Page 319 - La sangre manda
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A la mañana siguiente madrugó. Desayunó y luego llamó a Lucy. Ella se
disponía a mandar a los niños al colegio —riñendo a Stacey porque no había
terminado los deberes, diciendo a Brand que había dejado la mochila en el
salón—, así que su conversación fue forzosamente breve. Tras despedirse,
Drew se puso la cazadora y bajó hasta el arroyo. En algún momento habían
talado los árboles de la otra orilla, con lo que se disfrutaba de una magnífica
vista del bosque que se extendía ondulante a lo lejos. El cielo se teñía de
manera gradual de un azul más intenso. Se quedó allí de pie durante casi diez
minutos, deleitándose en la belleza sin pretensiones del mundo que lo rodeaba
e intentando vaciar la mente. Prepararla.
Cada semestre daba un bloque de clases de literatura estadounidense
moderna y literatura británica moderna, pero, como era un autor publicado (y
nada menos que en The New Yorker), su función principal consistía en
enseñar escritura creativa. Al principio de cada clase y cada seminario,
hablaba del proceso de creación. Decía a sus alumnos que, del mismo modo
que la gente desarrollaba determinadas rutinas antes de acostarse, era
importante contar con una rutina cuando uno se preparaba para la sesión de
trabajo diaria. Era como la serie de pases que ejecuta un hipnotizador cuando
prepara a su sujeto para el estado de trance.
«El acto de escribir narrativa o poesía se ha comparado con el hecho de
soñar —decía a sus alumnos—, pero creo que eso no es del todo preciso. Creo
que se acerca más a la hipnosis. Cuanto más se ritualizan los preparativos,
más fácil resulta entrar en ese estado».
Él practicaba lo que predicaba. Cuando regresó a la cabaña, preparó café.
En el transcurso de la mañana, bebería dos tazas, fuerte y solo. Mientras
esperaba a que se hiciera, se tomó las vitaminas y se lavó los dientes. Uno de
los inquilinos había encajonado el viejo escritorio de su padre bajo la escalera,
y Drew decidió dejarlo allí. Un sitio extraño para trabajar, quizá, pero
curiosamente acogedor. Casi como un útero. En su despacho de casa, su
último acto ritual antes de empezar a trabajar habría sido ordenar sus papeles
en pilas y dejar un espacio vacío a la izquierda de la impresora para el texto
reciente, pero en ese escritorio no había nada que ordenar.
Encendió el ordenador y creó un documento en blanco. Lo que también
formaba parte del ritual, supuso: poner nombre al documento (BITTER
RIVER #1), dar formato al documento y elegir una fuente. En Aldea había
escogido Book Antiqua, pero no tenía intención de usarla en Bitter River;
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