Page 328 - La sangre manda
P. 328
—Supongo que podrías cocinar en la estufa de leña —dijo ella en un tono
un poco más razonable—, pero si el viento sopla como dicen que va a soplar,
fuertes vientos, ráfagas huracanadas, van a caerse muchos árboles y te
quedarás ahí aislado.
Tenía previsto quedarme aquí de todos modos, pensó, aunque una vez
más se mordió la lengua.
—Sé que tenías previsto quedarte ahí dos o tres semanas de todos modos
—dijo ella—, pero además un árbol podría agujerear el tejado, y el teléfono se
cortará junto con la electricidad, ¡y te quedarás incomunicado! ¿Y si te pasa
algo?
—No va a pa…
—Puede que no, pero ¿y si nos pasa algo a nosotros?
—Entonces te harás cargo tú —dijo Drew—. Yo no me habría venido de
buenas a primeras aquí, en medio de la nada, si no te creyera capaz de eso. Y
tienes a tu hermana. Además, en los partes meteorológicos exageran, ya lo
sabes. Convierten quince centímetros de nieve recién caída en la tormenta del
siglo. Lo único que cuenta son los índices de audiencia. Esta vez será lo
mismo. Ya lo verás.
—Gracias por tu condescendencia masculina —dijo Lucy con tono
inexpresivo.
Así que en esas estaban, camino de la irritante situación que él tenía la
esperanza de eludir. Y más palpitándole la garganta, los senos nasales y el
oído. Por no hablar ya de la cabeza. A menos que extremara la diplomacia, se
enzarzarían en la tópica (¿o más bien distópica, en este caso?) discusión sobre
quién se veía venir aquello. A partir de ahí pasarían —no, pasaría ella— a los
horrores de la sociedad paternalista. Lucy podía disertar de manera indefinida
sobre ese tema.
—¿Quieres saber qué pienso, Drew? Pienso que cuando un hombre dice
«Ya lo sabes», cosa que decís a todas horas, lo que debe interpretarse es «Yo
lo sé, pero tú, tonta como eres, no. Por eso he de recurrir a mi
condescendencia masculina y explicártelo».
Él suspiró, y cuando el suspiro amenazó con convertirse en tos, lo
contuvo.
—¿Quieres seguir por ahí? ¿En serio?
—Drew… ya estamos ahí.
El hastío en su tono de voz, como si él fuera un niño obtuso incapaz de
aprender siquiera la lección más sencilla, lo enfureció.
Página 328