Page 329 - La sangre manda
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—Vale, he aquí un poco más de condescendencia masculina, Luce.
Durante la mayor parte de mi vida adulta he estado intentando escribir una
novela. ¿Sé por qué? No. Solo sé que es la pieza que falta en mi vida.
Necesito hacerlo, y lo estoy haciendo. Es muy muy importante para mí. Estás
pidiéndome que ponga eso en peligro.
—¿Es tan importante como los niños y yo?
—Claro que no, pero ¿es que debo elegir?
—Creo que sí, y ya has elegido.
Drew se rio, y la risa se convirtió en tos.
—Eso resulta un tanto melodramático.
Ella no entró al trapo; otra cosa reclamó su atención.
—Drew, ¿estás bien? No habrás pillado algo, ¿verdad?
En su cabeza él oyó a la mujer flaca del piercing en el labio decir: «Tenía
que hacerse el hombre, y acabó en pulmonía».
—No —dijo él—. Son las alergias.
—¿Te plantearás al menos volver? ¿Lo harás?
—Sí. —Otra mentira. Ya lo había descartado.
—Llama esta noche, ¿vale? Habla con los niños.
—¿Podré hablar contigo también? ¿Si te prometo no recurrir a mi
condescendencia masculina?
Ella se rio. Bueno, en realidad fue más bien una risita, pero, aun así, buena
señal.
—Bien.
—Te quiero, Luce.
—Y yo a ti —respondió ella, y cuando Drew colgaba, tuvo la intuición (lo
que los profesores de literatura definen como «epifanía», supuso) de que
probablemente los sentimientos de ella no eran muy distintos de los suyos. Sí,
lo quería, estaba seguro de eso, pero en esa tarde de principios de octubre él le
resultaba antipático.
También de eso estaba seguro.
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Según la etiqueta, el Remedio para el Resfriado y la Tos del Doctor King era
alcohol en un veintiséis por ciento, pero después de darle un considerable
tiento a la botella, con el que se le empañaron los ojos y le entró un severo
ataque de tos, Drew conjeturó que el fabricante tal vez se había quedado corto
al informar acerca del contenido. Quizá lo suficiente para mantenerlo fuera
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