Page 331 - La sangre manda
P. 331
La historia iba cada vez mejor. El sheriff Jim Averill tenía al asesino en el
calabozo, pero los pistoleros se habían presentado en un tren fuera de horario,
un expreso de medianoche costeado por el padre de Andy Prescott, un
ranchero rico, y ahora asediaban el pueblo. A diferencia de Aldea, ese libro se
centraba más en la trama que en los personajes y la situación. Eso había
preocupado un poco a Drew al principio; como profesor y lector (no eran
exactamente lo mismo, pero sí parientes cercanos), tendía a centrarse en el
tema, el lenguaje y el simbolismo más que en el argumento, pero también las
piezas parecían estar encajando en su sitio, casi por propia iniciativa. Lo
mejor de todo era que empezaba a crearse un extraño vínculo entre Averill y
el joven Prescott, lo que daba a la historia unas resonancias tan inesperadas
como ese tren de medianoche.
En lugar de salir a dar un paseo vespertino, encendió el televisor y,
después de una prolongada búsqueda en la guía en pantalla de DirecTV,
encontró el Weather Channel. Tener acceso a tan asombroso despliegue de
programación allí en las quimbambas podría haberle resultado gracioso
cualquier otro día, pero no aquel. La larga sesión ante el ordenador lo había
dejado extenuado, casi vacío, en lugar de rebosante de energía. ¿Por qué
demonios le había estrechado la mano a DeWitt? Cortesía normal y corriente,
claro, y totalmente comprensible, pero ¿por qué demonios no se la había
lavado después?
Ya hemos pasado por eso, pensó.
Sí, y ahí estaba de nuevo la duda, carcomiéndolo. En cierto modo le
recordaba su último y catastrófico intento de composición de una novela,
cuando yacía despierto mucho después de que Lucy se durmiera,
deconstruyendo y reconstruyendo mentalmente los escasos párrafos que había
logrado escribir a lo largo del día, hurgando en el texto hasta que sangraba.
Basta. Eso es el pasado. Esto es ahora. Céntrate en el condenado parte
meteorológico.
Pero no era un parte; el Weather Channel nunca sería tan minimalista.
Aquello era una puta ópera de pesimismo. Drew nunca había sido capaz de
entender la relación amorosa de su mujer con el Weather Channel, que
parecía poblado exclusivamente de obsesos de la meteorología. Como para
subrayar eso, ahora ponían nombre incluso a los temporales no huracanados.
Ese sobre el que lo había prevenido la dependienta de la tienda, ese que
preocupaba a su mujer, había sido bautizado como Pierre. Drew no podía
concebir un nombre más absurdo para un temporal. Descendía desde
Saskatchewan con trayectoria nordeste (lo que significaba que la mujer del
Página 331