Page 338 - La sangre manda
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Ella no prestó la menor atención.
—A mí eso, señor mío, no me parece una alergia. Me parece que estás
enfermo.
—Es solo un resfriado. —Drew se aclaró la garganta, o lo intentó—.
Bastante fuerte, diría.
El intento de aclararse la garganta le causó un acceso de tos. Tapó el
micrófono del anticuado teléfono, pero supuso que ella lo oyó de todos
modos. El viento soplaba, la lluvia azotaba las ventanas, y las luces titilaban.
—¿Y ahora qué? ¿Vas a quedarte ahí encerrado?
—Creo que no tengo más remedio —respondió él. De inmediato añadió
—: No es por el libro, ya no. Volvería si pensara que es seguro, pero el
temporal ha llegado ya. Acaban de parpadear las luces. Me quedaré sin luz y
teléfono antes de la noche, casi con toda seguridad. Y ahora haré un alto para
que puedas decir: Te lo advertí.
—Te lo advertí —dijo ella—. Y ahora que nos hemos quitado eso del
medio, ¿estás muy mal?
—No tanto —contestó él, que era una mentira mucho mayor que decirle
que la antena parabólica no funcionaba. Pensaba que estaba muy mal, pero si
lo decía, costaba prever cómo podía reaccionar ella. ¿Llamaría a la policía de
Presque Isle y solicitaría un rescate? Incluso en su estado, se le antojaba una
reacción excesiva. Además de bochornosa.
—Esto no me gusta, Drew. No me gusta que estés ahí, aislado. ¿Seguro
que no puedes marcharte en coche?
—Quizá habría podido hace un rato, pero he tomado un medicamento
para el resfriado antes de echar una siesta y he dormido más de la cuenta.
Ahora no me atrevo a intentarlo. En la carretera todavía hay alcantarillas
atascadas y rieras del pasado invierno. Con un aguacero así de intenso, es
posible que queden sumergidos largos tramos. Tal vez podría pasar con el
Suburban, pero, si no, me quedaría embarrancado a nueve kilómetros de la
cabaña y quince kilómetros de Big 90.
Se produjo un silencio, y durante ese breve momento Drew imaginó que
oía los pensamientos de Lucy: Tenías que hacerte el hombre, ¿no? Otro tonto
más. Porque a veces Te lo advertí no era suficiente.
Soplaba un viento racheado, y las luces parpadearon de nuevo. (O quizá
chisporrotearon). El teléfono emitió un zumbido de cigarra y después se
recuperó la línea.
—¿Drew? ¿Sigues ahí?
—Aquí estoy.
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