Page 347 - La sangre manda
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El viento emitía un zumbido en torno a la cabaña, elevándose de vez en
cuando hasta parecer un chillido femenino y amainando de nuevo hasta
reducirse a ese zumbido. La aguanieve azotaba las ventanas. Mientras
escuchaba, esos sonidos parecían fundirse. Cerró los ojos y volvió a abrirlos.
¿Habría muerto la rata? Al principio pensó que sí, pero de pronto la diminuta
pata realizó otro movimiento lento y corto. Todavía no, pues.
Drew cerró los ojos.
Y se quedó dormido.
22
Despertó sobresaltado cuando otra rama golpeó el tejado. No tenía la menor
idea de cuánto tiempo había dormido. Podrían haber sido quince minutos,
podrían haber sido dos horas, pero una cosa estaba clara: frente a la estufa no
había rata. Por lo visto, Madame Rata no estaba tan malherida como Drew
había pensado; se había recobrado y ahora se hallaba en algún lugar de la casa
con él. La idea no le hizo mucha gracia, pero la culpa era suya. Al fin y al
cabo, la había invitado a entrar.
Tenías que invitarlos a entrar, pensó Drew. A los vampiros. A los
huargos. Al diablo con sus botas de montar negras. Tenías que invitarlos…
—Drew.
Se sobresaltó de tal modo al oír esa voz que estuvo a punto de volcar la
lámpara. Miró alrededor y, a la luz del fuego casi extinto de la estufa, vio a la
rata. Estaba en el escritorio de su padre, encajado bajo la escalera, sentada
sobre las patas traseras entre el ordenador y la impresora portátil. Sentada, de
hecho, sobre el manuscrito de Bitter River.
Drew trató de hablar, pero en un primer momento solo salió de su
garganta un graznido. Lo intentó de nuevo.
—Me ha parecido que acabas de decir algo.
—Así es. —Los labios de la rata no se movieron, pero la voz procedía de
ella, sin duda; no estaba en la cabeza de Drew.
—Esto es un sueño —dijo Drew—. O un delirio. Quizá las dos cosas.
—No, es muy real —afirmó la rata—. Estás despierto y no deliras. Está
bajándote la fiebre. Compruébalo tú mismo.
Drew se llevó la mano a la frente. En efecto, se la notó menos caliente,
aunque eso no era del todo fiable, ¿o sí? Estaba conversando con una rata, a
fin de cuentas. Se palpó el bolsillo en busca de las cerillas de cocina que se
había guardado, prendió una y encendió la lámpara. La alzó, con la esperanza
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