Page 355 - La sangre manda
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aumento.  Y  oyó  algo,  leve  pero  inconfundible:  el  rrrrrr  de  una  sierra  de

               cadena.
                    Se puso la cazadora mohosa y salió. El sonido era aún un poco lejano.
               Cruzó  el  jardín,  que  estaba  salpicado  de  ramas,  hasta  los  escombros  del
               cobertizo de las herramientas. La tronzadera de su padre se encontraba debajo

               de  parte  de  una  pared  caída,  y  Drew  consiguió  sacarla.  Tenía  dos
               empuñaduras, pero se las arreglaría con ella siempre y cuando el árbol abatido
               no fuese demasiado grueso. Y tómatelo con calma, se dijo. No vayas a recaer.
                    Por un momento pensó en volver adentro y reanudar su trabajo, en lugar

               de  salir  al  encuentro  de  quienquiera  que  estuviese  carretera  abajo  abriendo
               camino  a  través  de  los  estragos  del  temporal.  Uno  o  dos  días  antes  habría
               hecho justo eso. Pero las cosas habían cambiado. Una imagen cobró forma en
               su mente (ahora acudían a todas horas, de forma espontánea), una imagen que

               le arrancó una sonrisa: un jugador en una mala racha instando al que barajaba
               a  que  se  apresurase  a  repartir  las  putas  cartas.  Él  ya  no  era  ese  hombre,  y
               gracias a Dios. El libro seguiría allí cuando volviese. Tanto si reanudaba el
               trabajo ahí en el bosque como si lo hacía en Falmouth, allí seguiría.

                    Echó la tronzadera a la parte de atrás del Suburban y avanzó lentamente
               por la Carretera de Mierda, deteniéndose de vez en cuando para apartar ramas
               caídas. Había recorrido algo más de un kilómetro cuando se encontró con el
               primer árbol atravesado en la carretera, pero era un abedul y no le dio mucho

               trabajo.
                    Ahora el ruido de la sierra de cadena era muy intenso, no era rrrrrr sino
               RRRRRR.  Cada  vez  que  cesaba,  Drew  oía  un  motor  enorme  que  se
               revolucionaba a medida que su rescatador se acercaba, y luego la sierra volvía

               a ponerse en marcha. Drew intentaba serrar un árbol mucho más grande, sin
               mucha  suerte,  cuando  un  Chevrolet  4  ×  4,  adaptado  para  el  trabajo  en  el
               bosque, asomó lentamente en la siguiente curva.
                    El  conductor  paró  y  se  apeó.  Se  trataba  de  un  hombre  grande  con  una

               barriga aún más grande, vestido con un mono verde y un abrigo de camuflaje
               que se agitaba en torno a sus rodillas. La sierra de cadena que llevaba era de
               tamaño industrial, pero en la mano enguantada de aquel individuo parecía casi
               de juguete. Drew lo reconoció de inmediato. El parecido era inconfundible.

               Como también lo era el tufo a Old Spice que acompañaba los olores a serrín y
               gasolina de la sierra de cadena.
                    —¡Eh, hola! Usted debe de ser el hijo del viejo Bill.
                    El hombre corpulento sonrió.

                    —Sí. Y usted debe de ser el hijo de Buzzy Larson.




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