Page 360 - La sangre manda
P. 360
29
Después de las tortitas, subió a su pequeño despacho, enchufó el portátil y
miró el texto en papel que había escrito con la máquina de su padre. ¿Por
dónde empezaba? ¿Transcribía esa parte en el ordenador o seguía adelante?
Optó por lo último. Mejor averiguar de inmediato si el conjuro mágico bajo el
que estaba Bitter River seguía vigente o si se había esfumado tras abandonar
la cabaña.
Seguía vigente. Durante más o menos los diez primeros minutos en el
despacho fue vagamente consciente del reggae que sonaba abajo, lo que
significaba que Lucy estaba en su propio despacho, con sus números. Después
la música se desvaneció, las paredes se disolvieron, y la luna iluminaba
DeWitt Road, el camino con roderas y baches que comunicaba Bitter River
con la capital del condado. La diligencia se acercaba. El sheriff Averill alzaría
su placa y le indicaría que parara. Pronto Andy Prescott y él subirían a bordo.
El chico tenía una cita en el juzgado del condado. Y no mucho después con el
verdugo.
Drew terminó a las doce del mediodía y telefoneó a Al Stamper. No había
razón alguna para el miedo, y se dijo que no lo tenía, pero no podía negar que
se le había acelerado un poco el pulso.
—Eh, Drew —saludó Al, que parecía el de siempre. Parecía fuerte—.
¿Qué tal te ha ido en la naturaleza?
—Bastante bien. Conseguí casi noventa páginas antes de la llegada de un
temporal…
—Pierre —dijo Al, y con una palpable aversión que enterneció a Drew—.
¿Noventa páginas? ¿En serio? ¿Tú?
—Ya lo sé, cuesta creerlo, y otras diez esta mañana, pero dejemos eso. Lo
que en realidad quiero saber es cómo estás.
—Pues bastante bien —contestó Al—. Aunque he tenido que lidiar con
esa rata.
Drew estaba sentado en una de las sillas de la cocina. Se levantó en el
acto, de pronto se sentía otra vez enfermo. Afiebrado.
—¿Qué?
—No, nada, un simple sarpullido, pero menuda lata —explicó Al—. Es
por un nuevo medicamento que me han recetado. Puede tener todo tipo de
efectos secundarios, pero yo el único que he notado, al menos por ahora, es un
maldito sarpullido. Por toda la espalda y en los costados. Nadine estaba
Página 360