Page 359 - La sangre manda
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Contemplaban el Suburban, salpicado de barro seco hasta los tiradores de
las puertas. El parabrisas era opaco excepto por las medias lunas que habían
formado las varillas al limpiarlo. Y además faltaba el retrovisor del lado del
acompañante, claro.
—Hubo una tormenta —dijo Drew. Llevaba el pantalón del pijama, las
zapatillas de andar por casa y una camiseta del Boston College—. Y aquella
carretera no está en muy buenas condiciones.
—La Carretera de Mierda —dijo Stacey, deleitándose claramente con el
nombre.
En ese momento salió Lucy. Se quedó mirando el desventurado Suburban
con los brazos en jarras.
—Dios bendito.
—Esta tarde lo llevaré a lavar —dijo Drew.
—A mí me gusta así —comentó Brandon—. Está guay. Debes de haber
conducido como un loco, papá.
—Loco está, eso desde luego —confirmó Lucy—. El loco de tu padre. De
eso no hay duda.
En ese momento apareció el autobús escolar, y ahorró a Drew una
respuesta ocurrente.
—Entra —dijo Lucy después de que vieran marcharse a los niños—. Te
prepararé unas tortitas o algo así. Parece que has perdido peso.
Cuando se volvía, Drew le cogió la mano.
—¿Sabes algo de Al Stamper? ¿Has hablado con Nadine, quizá?
—Hablé con ella el día que te fuiste a la cabaña, porque me dijiste que él
estaba enfermo. Cáncer de páncreas, es horrible. Según Nadine, Al lo lleva
bastante bien.
—¿No has vuelto a hablar con ella desde entonces?
Lucy arrugó el entrecejo.
—No, ¿por qué iba a hablar con ella?
—Por ninguna razón en particular —respondió él, y era cierto. Los
sueños, sueños eran, y la única rata que había visto en la cabaña era el peluche
de la caja de juguetes—. Es solo que estoy preocupado por él.
—Llámalo tú, entonces. Prescinde de intermediarios. Y ahora dime,
¿quieres tortitas o no?
Lo que quería era ponerse a trabajar. Pero primero las tortitas. Todo fuera
por devolver la calma al frente doméstico.
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