Page 368 - La sangre manda
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el aro en la nariz. Y se había teñido de rubio. Supuestamente porque las rubias

               se lo pasaban mejor.
                    —Otra vez usted —dijo—. Solo que ahora ha cambiado de coche, parece.
               ¿No tenía un Suburban?
                    Drew echó un vistazo al Chevrolet Equinox —comprado a tocateja, con

               poco  más  de  diez  mil  kilómetros—,  estacionado  junto  al  único  surtidor
               herrumbroso.
                    —El Suburban no volvió a ser lo que era después de mi último viaje aquí
               —dijo. Tampoco yo, en realidad.

                    —¿Va a quedarse mucho tiempo ahí arriba?
                    —No, esta vez no. Lamento lo de Roy.
                    —Debería  haber  ido  al  médico.  Que  eso  le  sirva  a  usted  de  lección.
               ¿Necesita algo más?

                    Drew compró un poco de pan, fiambre y seis cervezas.




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               Habían retirado todas las ramas caídas delante de la casa, y el cobertizo de las

               herramientas  había  desaparecido  como  si  nunca  hubiera  existido.  El  joven
               Jackie  había  sembrado  césped  y  crecía  hierba  nueva.  Lo  alegraban  unas
               cuantas  flores.  Los  peldaños  del  porche,  antes  combados,  estaban
               enderezados, y había un par de sillas nuevas, muebles baratos del Walmart de

               Presque Isle, probablemente, pero no quedaban mal.
                    Dentro,  la  cabaña  estaba  en  orden  y  aireada.  La  ventana  de  mica  de  la
               estufa ya no presentaba ni rastro de hollín, y la propia estufa resplandecía. Y

               lo mismo las ventanas, la mesa de comedor y el suelo de tablones de pino, que
               parecía encerado además de fregado. La nevera volvía a estar desenchufada y
               abierta, de nuevo vacía salvo por una caja de bicarbonato Arm & Hammer.
               Seguramente  nueva.  Saltaba  a  la  vista  que  la  viuda  del  viejo  Bill  había
               realizado un trabajo excelente.

                    Solo  en  la  encimera  contigua  al  fregadero  se  advertían  indicios  de  la
               estancia de Drew en octubre del año anterior: la lámpara Coleman, la lata de
               combustible para la lámpara, una bolsa de caramelos Halls para la tos, varias

               bolsitas de Polvos para el Dolor de Cabeza Goody, medio frasco de Remedio
               para la Tos y el Resfriado del Doctor King y su reloj.
                    En la chimenea no quedaba ni asomo de ceniza. Contenía una carga de
               troncos  de  roble  recién  cortados,  así  que  Drew  supuso  que  el  joven  Jackie
               había  encargado  la  limpieza  del  tiro  o  lo  había  hecho  él  mismo.  Muy



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