Page 186 - Extraña simiente
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—Déjalo en el suelo, ¿quieres? —le dijo refiriéndose al gato.
Inmediatamente después, se dirigió hacia su silla. Paul la miró fijamente.
—Te he pedido que lo dejaras en el suelo, Rachel.
—Preferiría no hacerlo, Paul.
Y se dirigió hacia su silla de mimbre donde se sentó con el gato en los
brazos.
—¿Cuándo vas a calmarte, Paul?
Paul se rió burlonamente.
—¿Calmarme? ¿Quieres decir que a ver cuándo me calmo como tú?
—Sí. Por lo menos, yo he hecho un esfuerzo.
—Eso desde luego, ¿verdad? Dios, ¿es que no te queda ni un resto de
consciencia?
—No eres justo, Paul. Eres cruel. Tú sabes muy bien lo que he tenido que
soportar aquí.
—Sí, lo sé. Y cualquier mujer cabal… ¡Dios mío!, cualquier mujer cuerda
estaría ahora…
—¿Fuera de sí?
—Exactamente.
—¿Es eso la que quieres, Paul?
Paul se puso de pie y se quedó dudando.
Rachel repitió la pregunta:
—¿Es eso lo que quieres, Paul?
—¡Pues claro que no! —replicó violento.
—Yo, lo que hago, es tratar de no pensar en ello, Paul. Y cuando pienso
en ello, pienso en lo bueno, sólo en lo bueno.
Paul sonrió burlonamente y le dijo:
—Apuesto a que lo haces…
—¿Qué demonios quieres decir con eso?
Su sonrisa se deshizo de golpe.
—Nada —contestó—. Olvídalo. Nada.
Paul se desplazó hasta la ventana trasera.
Rachel dejó el gato en el suelo y se levantó.
—Paul… —dijo yendo hacia la ventana, a reunirse con él.
—¿Sí? —preguntó Paul.
Sostenía la cortina apartada con la mano izquierda. Rachel posó su mano
sobre la suya.
—Cuéntamelo, Paul.
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