Page 191 - Extraña simiente
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Esperó un momento y en seguida apareció Rachel.

                    —¿Qué pasa, Paul?
                    Rachel le tendió una taza de café. Él la cogió y se apartó un poco de la
               ventana.
                    —Mira ahí afuera —le dijo.

                    Paul le sostuvo la cortina. Rachel se acercó un poco más a la ventana.
                    —¡Ah! —exclamó ella—. Está nevando, ¿verdad?
                    —No te he llamado por eso, Rachel.
                    —Sí, ya lo sé —añadió—. Veo la hoguera perfectamente.

                    —Se está acercando, Rae.
                    —¿En serio?
                    Rachel entrecerró los ojos para distinguir mejor la imagen en la oscuridad.
                    Paul se fue a la cocina. Rachel le siguió con la mirada.

                    —¿Qué vas a hacer, Paul?
                    —Tengo  que  estar  seguro  —le  gritó  desde  la  otra  habitación—.  Tengo
               que estar seguro.
                    Ella le escuchaba mientras él se ponía el abrigo y las botas.

                    —¿Seguro de qué, Paul?
                    —En seguida vuelvo, Rae.
                    Se detuvo un instante.
                    —¿Dónde está la lámpara de queroseno?

                    —¿Seguro de qué, Paul?
                    —¿La habrás metido en el armario?
                    Rachel  oyó  que  abría  la  puerta  del  armario.  Se  metió  en  la  cocina  ella
               también.

                    —¿Seguro de qué, Paul?
                    —¿De qué me estás hablando? ¿Dónde está la lámpara?
                    —No lo sé. ¿No tenemos una linterna o algo parecido?
                    —No, sólo tenemos esa estúpida lámpara.

                    Paul cerró de un portazo la puerta del armario.
                    —¡Joder, no puedo salir ahí fuera sin la lámpara!
                    —¿Y por qué quieres salir ahí fuera?
                    Paul fue hasta la puerta de atrás y la abrió de par en par.

                    —Ciérrala cuando yo salga —le dijo.
                    Y desapareció.



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