Page 188 - Extraña simiente
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En el centro del bosque, podía ver una débil luz rojiza que palpitaba
intermitentemente. Era como si de repente el bosque se hubiera vuelto
monolítico, como una gran masa oscura, y que alguien hubiera perforado un
orificio muy pequeño, por el que los últimos rayos de sol trataran de penetrar,
pensó Rachel.
Rachel descubrió que resultaba más fácil ver la luz enfocando los ojos un
poco hacia la derecha o la izquierda del punto donde brillaba, del mismo
modo que se persigue con la mirada una estrella diminuta.
Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Abrió los ojos y volvió a estudiar la
luz brevemente.
—Es una estrella —dijo Rachel—. Marte es de color rojo, ¿verdad? Es
Marte, Paul.
Paul la retiró suavemente de la ventana.
—No —le dijo—. En esta época del año, Marte está al Este.
La luz se desvaneció de repente, como si hubieran corrido una cortina
delante.
—Se ha apagado, Rachel.
Ella fue hasta el escritorio, encendió la lámpara y se sentó en su silla.
—No era nada, Paul. Sería Venus, como tú dijiste. Venga, siéntate, voy a
leer en voz alta para ti.
Paul seguía mirando por la ventana.
—¿Que vas a leer en voz alta para mí? —preguntó.
—Sí, quizá eso te tranquilice un poco.
—No quiero tranquilizarme.
—Bueno, pero yo sí quiero que te tranquilices. Así que ahora, si haces el
favor…
—No, si quieres leer en voz alta, a mí me parece muy bien. Pero yo no
pienso moverme de esta ventana.
—Está bien, si no hay más remedio…
Cogió el libro que había estado leyendo y lo abrió en la primera página:
«Londres estaba sufriendo uno de sus días malos» —leyó en voz alta—.
Fuera, las calles reflejaban un brillo apagado de fango semihelado, y el aire
era espeso, oscuro y aparentemente contaminado con gas venenoso…»
3 de diciembre
—Ahí está otra vez —dijo Paul.
Le hizo una seña a Rachel para que se acercara a la ventana.
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