Page 189 - Extraña simiente
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—¿Qué es lo que está ahí otra vez? —preguntó Rachel, levantando los

               ojos hacia él.
                    —La luz. La misma que vimos ayer.
                    —¡Ah!, eso…
                    —Ven, mírala, Rachel.

                    Rachel suspiró.
                    —Pero si no es más que una estrella, Paul.
                    —Rachel, por favor…
                    —¡Por Dios, Paul!

                    —Rachel, haz lo que te pido.
                    —¡Machista!
                    —Venga, Rachel, no es momento para bromas. Necesito tu ayuda.
                    —¿Quién está bromeando, Paul?

                    Rachel se levantó de su asiento y añadió:
                    —Espero que cuando volvamos a Nueva York, se te suavice un poco el
               carácter.
                    Rachel cruzó la habitación.

                    Paul señaló al exterior con la cabeza.
                    —¿Qué piensas de eso?
                    Ella miró y mostrando un desinterés total, contestó:
                    —Es una estrella.

                    Se dio media vuelta y fue a sentarse en su silla. Paul la alcanzó por el
               hombro.
                    —Fíjate un poco más, Rachel.
                    —Me estás haciendo daño, Paul.

                    Él aflojó un poco el apretón.
                    —Perdona —se disculpó.
                    Ella  le  dio  la  espalda  a  la  ventana  y  se  lo  quedó  mirando  de  frente.
               Bastante daño me han hecho aquí, Paul —le decían sus ojos.

                    Rachel volvió a mirar por la ventana, en silencio.
                    —¿Y bien? —animó Paul.
                    —¿Brilla más, verdad? —dijo al fin.
                    —Sí —asintió Paul—, ya lo he notado.

                    —Si no supiera que es imposible, Paul, pensaría que es una hoguera, un
               fuego de campamento.
                    —Lo mismo he pensado yo.
                    Rachel se quedó observando la luz durante un minuto entero y luego dijo:

                    —¿Te acuerdas de aquellos cazadores de los que te hablé?




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