Page 108 - Lo Inevitable del Amor
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espera será terrible. Ése es el resumen de los plazos y los síntomas. Ninguna de
      las  dos  hablamos,  ni  siquiera  cuando  este  señor  tan  amable  le  pregunta  a  mi
      madre por algunas decisiones que ha de tomar cuando el final se acerque. Mi
      madre se limita a decir que ya verá qué hace.
        Nos  vamos  de  la  consulta  en  silencio,  de  la  misma  manera  que  habíamos
      entrado. Y así caminamos hasta el párking del hospital. Yo voy llorando, aunque
      casi no se me nota. Ella no. Antes de montarnos en el coche nos abrazamos muy
      fuerte. Ahora ya lloro sin consuelo, ella también un poco. No quiero perderla,
      pero no le digo eso. El abrazo me relaja, tenerla entre mis brazos me quita los
      nervios, que llevan ahogándome toda la mañana, desde que la recogí para venir
      al hospital. Ella está más entera y me pide que la lleve al centro. Nos montamos
      en  el  coche  y  me  dice  que  ponga  a  Bruce  Springsteen.  Y  con  él  sonando
      llegamos hasta Sol.
        —Te voy a decir una cosa, María —me dice antes de bajarse del coche.
        —¿Qué?  —le  pregunto  mientras  aspiro  sonoramente  los  mocos  que  ha
      producido mi llanto.
        —Que esto no es tan importante.
        —¿Qué quieres decir?
        —Que la gente se muere, es así. Y que mi vida ha sido maravillosa. Y que lo
      importante es que me recuerdes con amor. Y que poco después de morir yo, tú
      seguirás riendo y Carla y Julia jugando, y la vida seguirá. Pasa todos los días.
        —¡Calla, mamá, por favor! —le pido sin parar de llorar.
        —No te preocupes por mí. Sólo te pido que a partir de este momento y hasta
      el final no volvamos a hablar de este tema.
        —¡Vale! —le digo atónita.
        —¡Dame un beso!
        Nos besamos y nos despedimos con un « te quiero»  hasta por la tarde. Ella
      dice que se va a ir a comprar un vestido y que luego irá a ver a las niñas.
      Tengo delante de mí el informe que encargué a los dos economistas que se han
      quedado al frente del departamento financiero de Puente después de la marcha
      de Óscar. Los dos están delante de mí, junto con Martín, el abogado del estudio, y
      Eugenio.  Todo  es  muy  complejo,  aunque  simple  a  la  vez.  Con  las  obras  que
      tenemos,  la  mayoría  casas  a  punto  de  acabar  y  entregar,  no  podemos  seguir
      manteniendo a tanto personal. En los últimos seis meses hemos despedido casi a
      veinte personas, y quedamos otros treinta; treinta y dos para ser exactos. Martín
      me dice que urge despedir a más gente. Con los nuevos encargos y los que hay
      en  marcha  será  suficiente  con  quince  trabajadores.  Él  mismo  se  ofrece  a
      comunicárselo a los empleados que yo decida despedir. Al lado del informe está
      la lista con sus nombres.
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