Page 260 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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dose  él todo  lo  relacionado  con  la  tierra. Ante aquella situación Atrahd-
          sis  no  hace  nada  más  que  llorar.

          Ante  aquellas  hambrunas  causadas  por  la  sequedad, Atrahasis
       se  hundió  en  la  desesperación, llorando  día  tras  día. Las  mañanas
       las  empleaba  en  preparar  las  cosas  necesarias  para  las  fumigacio­
       nes  en  honor  de  su  dios.  Las  noches  en  prestar  atención  a  los
       sueños  que  le  pudieran  llegar.  Constantemente,  en  el  santuario
       de su  dios permanecía postrado, llorando. Atrahasis, con cierta fre­
       cuencia efectuaba  diferentes  ceremonias  en  el río para poder aver
       riguar  las  causas  de  las  desgracias  que  se  habían  cebado  en  los
       hombres. Enki  oía  sus  súplicas  y  ordenaba  a los  lahmu, monstruos
       acuáticos,  que  ayudaran  a  aquel  hombre  suplicante  y  sabio.  Pé¡
       ro  todo  era  inútil.  La  sequedad  empeoraba,  atacaba  aún  más  a  la
       tierra.


         Todo  era  sequedad  allá  arriba, mientras  que  abajo,  en  la  tierra,
       la  crecida  de  las  aguas  no  se  producía. La  tierra, sin  el  agua  vivifi­
       cadora,  no  producía  nada: las  plantas  no  emergían  del  suelo,  nada
       germinaba;  no  se  veía  a  ningún  pastor, pues  el  ganado  no  podía
      pastar  en  las praderas  resecas, con  anterioridad plenas  de  verdor. La
      llanura  se  cubrió  de  salitre.
         Durante  el primer año se pudo hacer frente comiendo las reser­
      vas,  pero  al  segundo  ya  se  vaciaron  los  graneros.  Cuando  llegó  el
       tercer  año  todas  las  facciones  de  las  gentes  se  habían  alterado  a
       causa  de  la  inanición.  Los  rostros  estaban  macilentos,  como  recüS
      biertos  de malta, y a fuerza de  tomar tonalidades plomizas  las  caras
      parecían  marchitas. Todos  caminaban,  abatidos,  por  las  calles,  con­
      trayendo  sus  anchas  espaldas.  Sus  largas  piernas  se  habían  vuelto
      cortas.

         Nueva  laguna  de  unas  30 líneas.  Lo  que subsiste permite adivinar que
         Enki,  el  dios  de  la  sabiduría,  lograría  atemperar  algo  las  desgracias  de
         los hombres que pudieron así sobrevivir. Enterado  de ello, Enlil no dudó
         en  recriminar a  Enki por la  ayuda  que.prestaba  a  la  humanidad.


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