Page 263 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Los  dioses  tomaron  entonces  la  terrible  decisión final: una  mala
   pasada  que  Enlil  había jugado  a  los  hombres.

      Mientras  tanto  en  la  tierra Atrahasis  continuaba  con  sus  rezos
   hacia  su  señor.  Un  día  se  dirigió  a  Enki  — divinidad  contraria  al
   Diluvio—   pidiéndole  ayuda.  El  dios  como  respuesta  le  envió  un
   sueño.
      Atrahasis,  al  ignorar  el  sentido  del  mismo, le  solicitó  a  su  dios:
      — Oh Enki, explícame  el significado  de  ese  sueño  a  fin  de  que
   comprenda  su  alcance  y  extraiga  sus  consecuencias.
      Enki, abriendo  su  boca, le  respondió  a  su  siervo:
      — ¿Quieres comprender este sueño, me preguntas?  ¡Bien!  Retén
   exactamente  el  mensaje  que  te  entrego:  ¡Pared,  escúchame  bien!
   ¡Empalizada  de  cañas,  retén  todo  lo  que  te  estoy  diciendo!  Des­
   truye  tu  casa para  construirte  un barco. Abandona tus bienes  terre­
   nales para salvar la vida. El barco que deberás construir que sea igual
   en  todas  sus  dimensiones.


      Laguna  de  tres  líneas.

      — Téchalo  a  fin  de  que, como  el Apsu, el  sol  no  penetre  en  su
   interior. Estará  cerrado  por  todos  los  lados  y su  aparejo  deberá  ser
   sólido, su  calafateo  espeso  y  resistente. Después, cuando  se  acerque
   el  momento,  te  haré  llover  pájaros  en  abundancia  y  peces  a  ca­
   nastos.
      Enki, a  continuación, tras  haber hablado, abrió y rellenó la clep­
   sidra,  regulándola  para  la  llegada  del  Diluvio, fijado  para  siete  días
   después.
      Cuando Atrahasis  hubo  recibido  estas  instrucciones,  él  reunió
   ante  su  puerta  a  los  ancianos  y  les  habló  de  este  modo:
      — Mí  dios  no  está  de  acuerdo  con  el  vuestro.  Enki  y  Enlil  se
   han enfadado. Eso  me obliga a abandonar vuestra ciudad, dado  que
   yo  soy  devoto  de  Enki. Así  lo  ha  decidido  él: yo  no  permaneceré
   más  en  vuestra  ciudad,  me  guardaré  de  poner  los  pies  en  territo­
   rio  de  Enlil.  ¡Esto  es  lo  que  ha  decidido!


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