Page 266 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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que  pilas  de  madera,  helos  ahí  amontonados  sobre  la  orilla.  Igual!
        que  fragmentos  de  madera  varados, helos  ahí  apilados  en  los  ríos!
       Viéndolos he derramado lágrimas; pero ahora, pues ya no hay reme-t
        dio, no  quiero  lamentarme  más  acerca  de  ellos.
          El haber llorado le apaciguó el corazón a la diosa. Nintu así habí$
        gemido, derramando  con  ello  su  emoción. Y   los  dioses,  con  ella,,
        deploraban  la  desgracia  de la  tierra.  Harta  de  desespero, la  diosa se
       hallaba sedienta de  cerveza. En donde  ella permanecía llorando, allí,
       los  demás  dioses  se  mantenían  semejantes  a  los  carneros  apretados
       alrededor  del  abrevadero,  con  labios  desecados  por  la  angustia,
       sufriendo  calambres  a  causa  de  la  inanición.
          Siete  días  y  siete  noches  prosiguieron  las  borrascas,  las  lluvias"
        que  caían,  el  Diluvio. Allí  donde  llegaba  lo  abatía  todo.

          Pérdida  de  unas  53  líneas, procedentes  del final y  del comienzo de sen­
          das columnas. En este tramo se describiría el cese  del Diluvio y la expe­
          dición de distintas aves por parte de Atrahasis para confirmar si las aguas
          habían  comenzado  a  bajar de  nivel.

          Atrahasis  dispersó  a  los  cuatro  vientos  todo  lo  que  contenía  el
       barco. Tras  ello  sirvió  una  comida  sacrificial  para  subvenir  a  la  ali­
       mentación  de  los  dioses.  Les  hizo  una  fumigación  olorosa.  Olien­
       do  el buen  aroma, los  dioses  se  atropellaron  alrededor del banque­
       te  como si fueran moscas. Cuando hubieron consumido la ofrenda,
       Nintu  se  puso  de  pie y  ante  todos  se  quejó:
          — ¿De  dónde  nos llega Anu, nuestro  señor?  ¿Y Enlil?  Ha  parti­
       cipado en  el banquete, él, que sin consideración alguna, había deci­
       dido  el Diluvio  y  abocado  a los  hombres  a  esta  hecatombe, mien­
       tras  que  vosotros  tomabais  con  él  una  pareja  decisión  final.  ¡En  el
       momento  presente, las  caras  de  los  hombres  han  desaparecido  en
       las  tinieblas!
          Después, acercando una de sus manos a su gran collar con cuen­
       tas  en  forma  de  «moscas»  que Anu  le  había  regalado,  dijo:
          — Este  desespero  mío  con  respecto  a  los  humanos  era  mi  des­
       tino. Que Anu  me  quite  mi  angustia  y  me  ilumine  el  rostro.


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