Page 267 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Siguen dos líneas con texto dañado.
— Que estas «moscas» — prosiguió Nintu— sean mi collar de
lapislázuli en mi cuello y que me hagan recordar para siempre estos
días funestos.
Sin embargo, cuando Enlil, el valiente, percibió el barco, se lle
nó de rabia hacia los Igigi y exclamó:
— Todos nosotros, los grandes Anunnaki, habíamos resuelto jun
tos prestar un juramento, ¿de dónde viene ahora que un ser vivien
te haya escapado a la destrucción? ¿Cómo ha podido sobrevivir un
hombre a la mortandad?
Anu abrió la boca y se dirigió al valiente Enlil:
— ¿Quién, aparte de Enki, ha podido hacer esto? En cuanto a
mí debo decirte que yo no he revelado nuestros propósitos.
Pero Enki, abriendo su boca, se dirigió a los grandes dioses:
— Sí, yo he hecho eso en contra de la voluntad de todos. He
salvado a un ser viviente.
Pérdida de cuatro líneas.
— ¡Cálmate, Enlil! Es al verdadero culpable a quien tú debes infli
gir el castigo de tu elección. A cualquiera que haya desatendido tu
orden debes castigarlo.
Nueva laguna de 12 líneas. Aquí, tal vez, los dioses acordarían conce
der la vida eterna a Atrahasis por haber sido el continuador de la espe
cie humana.
— Han hecho bien en decidir la vida eterna para Atrahasis. Mi
alma — finalizó Enki— ha quedado con ello apaciguada.
Enlil abrió su boca y se dirigió al príncipe Enki:
— ¡Bien! Llama a Nintu, la Matriz, la diosa del nacimiento, y
reflexionad los dos en la Asamblea acerca del problema del creci
miento de la raza humana.
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