Page 265 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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piera una jarra. El Diluvio comenzó, pasó su violencia sobre los
hombres como si fuera una batalla. Nadie veía a nadie. Nadie era
visible en medio de aquella destrucción. El Diluvio mugía como
un toro y el viento aullaba como un águila que chilla. Habiendo
desaparecido el sol, las tinieblas eran densas. Las gentes morían como
moscas.
Corta laguna de dos líneas.
El fragor del Diluvio llegó a espantar incluso a los mismos dio
ses. Enki se hallaba fuera de sí al ver a sus hijos arrebatados bajo
sus ojos. Nintu, la Gran señora, evidenciaba su horror a través de
sus labios, al tiempo que los Anunnaki, los grandes dioses, perma
necían allí, aniquilados de hambre y de sed.
Ante aquel espectáculo, la diosa estalló en sollozos, la comadro
na, la divina Mammi, la experta, se atrevió a decir:
— Que desaparezca este día, que retorne a las tinieblas. ¿Cómo
pude yo, en la Asamblea de los dioses, con ellos, tomar una tal deci
sión final? Enlil, mediante su discurso tan hábil como el de la famo
sa demonio Tiruru, ha vuelto vanas mis palabras. Yo, en persona,
había oído la llamada de socorro de los hombres. Sin que yo pue
da hacer nada, mi progenitura se ha convertido en moscas abati
das. ¿Cómo permanecer aquí, con mis gritos ahogados, en esta casa
de lamentación? Voy a subir al cielo para no continuar más en esta
residencia funesta. Es allí arriba a donde han vuelto Anu, nuestro
señor, y los dioses, sus hijos, que han oído su llamada. Allí se han
ido, después de que hubieran decidido, temerariamente, el envío
del Diluvio a los humanos, entregados así a esta hecatombe.
Pérdida de unas nueve líneas de texto.
Nintu interrumpió sus palabras, pero no su llanto. Sin embargo,
ante aquella desoladora catástrofe continuó diciendo:
— ¡Qué! Se ha producido este Diluvio y a causa de él los hom
bres han llenado el mar como los mosquitos llenan los ríos. Igual
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