Page 270 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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tituyen  una  de  las  más  meritorias  composiciones  literarias  babilonias  no
          exentas  de preocupaciones filosóficas,  religiosas  y  míticas,  aparte  de  sus
          evidentes  referencias  de  carácter  histórico.  Ninguna  de  las  redacciones
          conocidas  hoy se  remonta  más  allá  del  siglo  IX  a.C., pero  sus  orígenes
          hay  que  situarlos  con  mucha  mayor  antigüedad.  En  cualquier  caso,  al
         final  de  la  tablilla  quinta  se  recoge  el  nombre  de su  autor  (¿o  copista?)
          oficial,  el  escriba  Kabti-ilani-Marduk.  En  la presente  versión  se  va  a
          respetar el orden  de  las  tablillas.


          Primera  tablilla


          ¡Es  a  Marduk, el  rey  de  la  totalidad  de  los  lugares  habitados,  el
       creador  del  universo, a  quien  quiero  cantar!


          — ¡Alabanzas  a  Hendursanga, hijo  primogénito  de  Enlil, porta­
       dor  del  augusto  cetro,  pastor  de  los  «cabezas  negras»,  guardián  de
       todos los hombres!  ¡Hendursanga, más  conocido  como  Ishum, glo­
       rioso exterminador, cuyas manos están hechas para blandir sus furio­
       sas  armas  y  para  hacer fulgurar  sus  impetuosas  lanzas!
          — ¡Incluso  Erra, el  héroe  de  los  dioses, se  agita  en  su  morada! A
       Erra  su  corazón  le  impulsa  a  trabar  combate  y  por  ello  dice  a  sus
       armas: «¡Impregnaos de veneno mortífero!» Dice también a los Sebit-
       ti, los  siete  dioses, héroes  sin  igual:  «¡Revestios  con  vuestras  armas!»
       Y  a  ti,  oh  Ishum, te  dice:  «¡Quiero  marchar  a  combatir!  Tú  eres  la
       antorcha  y  los  humanos  han  de  ver  tu  luz. Tú  eres  el  heraldo  y  los
       dioses  te  seguirán. Tú  eres  la  espada y  tú  serás  el  exterminador.»
          — ¡Levántate, pues, Erra!  Devastando  el país,  ¡qué  radiante  esta­
       rá  tu  alma y  qué  alegre  tu  corazón!
         — Los  brazos  de  Erra  están  fatigados,  como  los  de  un  hombre
       privado  del  sueño.Y  se  dice  a  sí  mismo:
         — ¿Debo  levantarme?  ¿Permaneceré  acostado?
         Luego  dice  a  sus  armas:
         — ¡Permaneced  apoyadas  en  vuestros  rincones!
         Y  a  los  Sebitti, los  siete  dioses, héroes  sin  igual, les  dice:
         — ¡Volved  a  vuestras  mansiones!


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