Page 287 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Anunnaki, todos ellos estaban de pie, con temor. Erra tomó la pala­
  bra y  dijo  a  todos  los  dioses:
     — ¡Prestad  atención,  todos  vosotros!  ¡Escuchad  mis  palabras!  En
  verdad, a  causa  de  una falta precedente, yo  había  concebido  el  mal.
  Me  había  puesto  furioso  y  quise  por  ello  aplastar  a  los  humanos.
  , Como  un pastor  asalariado  había  quitado  del  rebaño  al  carnero  de
  cabeza, como  un inexperto  en plantar huertos yo  no  había  dudado
  en  cortarlo,  como  el  que  saquea  un  país, yo  abatí  sin  distinción  al
  justo y al malvado, todos a un tiempo. Pero de las fauces de un león
  rugiente  no  se  puede  arrancar  rápidamente  un  cadáver  y  cuando
  alguien  está  enfurecido  ningún  otro  puede  aconsejarle.  Sin  Ishum,
  mi  heraldo, ¿qué  habría  ocurrido?  ¿Dónde  estaría  el  que  mantiene
  vuestros  templos?  ¿Dónde  estaría  vuestro  Gran  sacerdote?  ¿Dónde,
  vuestras  ofrendas  alimentarias?  ¡No  habríais  olido  más  el  incienso!
     Ishum  tomó  la palabra  y  le  contestó  al  héroe  Erra:
     — ¡Oh  héroe,  préstame  atención!  ¡Escucha  mis  palabras!  ¡Bien!
  Ahora, cálmate entretanto. Estamos ante ti y queremos estar a tus órde­
  nes. En  el  día  de  tu  cólera, ¿dónde  está  el  que puede  hacerte  frente?
     Al  oír  aquello  el  rostro  de  Erra  resplandeció,  sus  facciones  se
  iluminaron de  alegría  como  un  día sin nubes. Penetró  en  el Emes-
  lam, su  templo, y  allí  volvió  a  ocupar  su  lugar. Entonces  a  Ishum,
  hablándole  alto, le  manifestó  su  intención  para  darle  instrucciones
  respecto  a  los  habitantes  dispersos  de Akkad.
     — ¡Que se multiplique — dijo Erra—  la gente diezmada del país!
  ¡Que los jóvenes y los viejos vuelvan a recorrer el camino de Akkad!
  ¡Que  el  débil  acadio  aterre  al  poderoso  suteo!  ¡Que  cada  uno  lie-
 L.ve  consigo  siete  prisioneros  como  si  fueran  ovejas!  ¡Reducirás  sus
  ciudades  a  escombros  y  a  desierto  su  región  montañosa!  ¡Llevarás
  su  pesado  botín  a  Shuanna!  ¡Mantendrás  apaciguados  a  los  dioses
  del  país,  que  se  habían  enfurecido,  en  el  interior  de  sus  moradas!
  ¡Harás  descender  otra  vez  a  este  país  a  Shakkan  y  a  Nisaba,  esto
  es, al  ganado  y  a  los  cereales!  ¡Harás  que  las  montañas  aporten  sus
  riquezas y el mar sus productos!  ¡Los campos que habían sido devas­
  tados, tú  los  volverás  de  nuevo  productivos!  ¡Los  gobernadores  de
  todas las ciudades aportarán su pesado tributo a Shuanna!  ¡Los tem-


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