Page 296 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Una  vez  acabado  el  trabajo  y  terminado  el  trono, el  dios  Ea le
      llamó  y  le  dio  estas  instrucciones:
         — ¡Viajero!  Puesto que quieres marchar al Infierno, observa bien
      todas  las  instrucciones  que  te  voy  a  dar.  Cuando  a  tu  llegada  al
      Infierno, se  te  ofrezca un trono, rechaza sentarte  en  él. Si  un pana­
      dero  te  trae  pan,  rehúsa  comer  de  él.  Si  un  carnicero  te  trae  car-
      ne, no  la  consumas. Si  un  repostero  te  trae  cerveza, no  la bebas. Si
      se te presenta un pediluvio, rechaza mojar tus pies en él.Y si Eresh­
      kigal  entra  en  la  sala  de  baños, revestida  de  sus  ropajes  transparent
      tes y  te  desvela  su  hermoso  cuerpo, no  demuestres  tu  deseo  como
      el  que  manifiesta  un  hombre  hacia  una  mujer.
         Nergal,  después  de  escuchar  con  atención  los  consejos  de  Ea',
      se dirigió hacia el Infierno. Hacia la Casa oscura, la mansión de Irka^
      lia,  el  lugar  de  donde  no  salen  nunca  más  aquéllos  que  en  él  han
      entrado.
         Marchó  hacia  el  País  sin  retorno,  hacia  la  Casa  en  la  que  los
      que  entran  quedan desprovistos  de luz, donde  el polvo  alimenta su
      hambre y donde su pan es la arcilla, donde están vestidos como pája4
      ros, sin jamás ver el día, y  donde  están acurrucados en las  esquinas;
      llenos  de  gemidos, pasando  sus  días  llorando  como  tórtolas.
         Cuando  Nergal hubo  llegado  a la puerta  del  Infierno, el porte­
      ro  abrió  la boca  y  le  dirigió  estas palabras:
         — Viajero,  espera  aquí,  ante  la  puerta,  para  que  vaya  a  anun­
      ciarte.
         El portero, una  vez  que  hubo  entrado, dijo  a  Ereshkigal:
         — Señora,  cierto  viajero  ha  llegado.  N o  le  conozco.  ¿Quién
      podría  identificarlo?
         La  Reina  del  Infierno  sin  inmutarse le  respondió:
         — Ve  a  Namtar, mi  visir. El  sabrá  identificarlo.
         El portero, tal  como  se  le  había  ordenado, acudió  ante  Namtar.
         — Namtar  — le  dijo— ,  en  la  puerta  se  halla  un  viajero,  al  que
      desconozco. ¿Podrías identificarlo?
         — Sí, desde  luego, yo  lo  identificaré  — le  respondió  Namtar—
      Voy  a  examinarlo  a  través  de  la  puerta  y  volveré  con  un  informe
      para  mi  Señora.


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