Page 300 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 300

Namtar,  pues,  emprendió  el  camino  del  cielo,  trepando  por  la
      larga  escalera  que  conducía  a  él. Llegado  a la  puerta  de Anu, Enlil
      y  Ea, aquéllos, habiéndose  apercibido  de  él, le  dijeron:
         — Namtar, ¿qué  vienes  a  hacer aquí?
         — Es vuestra hija — respondió—  la que me ha enviado para que.
      os  diga  de  su  parte  que  ha  tenido  una  niñez  y  una juventud  muy
      desgraciadas, que  no  ha  conocido  los  retozos  y las  travesuras  de las
      jóvenes. Asimismo, me  ha  dicho  que  el  dios  que  le  habíais  envia­
      do y que le hizo el amor retorne junto  a ella para que sea su  espo­
      so. La  diosa  está  mancillada  y  no  puede  sentarse  en  el  tribunal  de
      los  grandes  dioses  infernales.
         Anu, Enlil y Ea le  escuchaban  con toda atención, sin interrum­
      pirle. Namtar finalizó  sus  palabras  diciendo:
         — Oídme  lo  que  me  ha  dicho  también:  «Si  no  me  lo  volvéis  a
      enviar,  en  virtud  de  los  poderes  del  Infierno, la  Gran Tierra, haré
      remontar  a los  muertos  para  que  devoren  a  los  vivos. Y   los  muer­
      tos  sobrepasarán  en  número  a  los  vivos.»  Éstas  han  sido  sus  pala­
      bras  textuales.
         Ea  tomó  la  palabra  y le  dijo  a  Namtar:
         — Entra, Namtar, en  el patio  de Anu para buscar y llevarte  con­
      tigo  al  dios  que  tú  reclamas.
         En cuanto Namtar entró en el patio de Anu, todos los dioses res­
      petuosamente  se  inclinaron  ante  él, todos, los  dioses  del  cielo  y de
      la  tierra. Se  dirigió  hacia uno  de  entre  ellos, pero  no  reconoció  en
      él  al  que  iba buscando. Se  encaminó  hacia  un segundo, y hacia un
      tercero,  pero  no  reconoció  en  absoluto  al  que  iba  buscando.  Fue
      incapaz  de  dar  con  él.
         Vuelto  de  nuevo  a  la  mansión  de  Irkalla,  se  presentó  ante  su
      Señora  y le  dijo:
         — Señora,  cuando  me  enviaste  a  la  Casa  de Anu,  tu  padre, me
      fijé  en  un  dios  que  era  calvo, bizco  y  patituerto.  Se  hallaba  senta­
      do  en  la Asamblea  de  los  dioses.
        — ¡Ve!  — respondió  Ereshkigal— .  ¡Apodérate  de  él  y  tráemelo!
      ¡Se  trata  de  él!  Con  toda  seguridad  su  padre  Ea  lo  habrá  rociado
      con Agua  de  manantial,  convirtiéndolo  así  en  calvo,  bizco  y  pati^


                                 -  304  -
   295   296   297   298   299   300   301   302   303   304   305