Page 308 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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go aparece un escriba en conexión con algún suceso que tal vez moti
varía al monarca asirio bastante tristeza, pues llora, sale a la calle, rom·*:
pe las cosas, no come, todo ello consecuencia de una desgracia o proble- '
ma personal. Además, hubo de cometer una abominación, como fue la
de nombrar heredero a quien no le correspondía el trono. De la línea
16 a la 21 aparece un escriba que va a servir de nexo a la narración, -
conectando los asuntos del monarca con la visión del Más Allá por par
te del príncipe. Los hechos narrados tal vez puedan adscribirse a las
figuras de Assarhaddón (681-669 a.C.) y Assurbanipal (668-631
a.C.), así como a la del escríba Orad-Gula.
Entonces Kumma, el príncipe asirio, hijo del rey, entró en el
templo para intentar contactar con el Mundo Inferior. Era lo qué
deseaba. Dispuso para ello un quemador de incienso con madera
de junípero y se puso a orar. De cualquier manera, enfadó al dios,
mientras estaba pronunciando sus plegarias:
— Oh Allatu, Allatu, Señora del Infierno, acude en ayuda del
huérfano perdido, muéstrame tu rostro y castiga los labios que hayan
dicho insolencias, castiga donde no haya arrepentimiento. Castiga
mientras yo viva, hasta el día de mi muerte. Déjame que los dio- ‘ :
ses Anunnaki, del Mundo Inferior, hagan mención de mi nombre. :
La diosa Ereshkigal, la reina de los Infiernos, esto es, Allatu, se -
apareció a Kumma en un sueño durante la noche, diciéndole:
— Por orden de mi gran boca divina, puedes interpretar sue
ños; sin embargo, yo no debo responderte el significado del signo. ··
Pero, ¿por qué te has dirigido a mí y no a Shamash? De cualquier τ
manera, he visto tu primer sacrificio y quiero atender bien tus pie— —
garias y hacerte ver lo que tú deseas.
El príncipe asirio Kumma, tres haber tenido el sueño, se des
pertó; a continuación gimió como una paloma.
— ¡Mi corazón, mi corazón! — se lamentaba.
Luego, lloró amargamente y deseó que su sueño se repitiese.
De nuevo, al atardecer del día siguiente, levantó sus manos en ple
garia hacia Ereshkigal y delante de su esposo Nergal se derrama
ron sus lágrimas.
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