Page 311 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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—El  corazón  del  todopoderoso, del  omnipotente, del que  ven­
     ce  a  los  malvados, lo  apaciguó  como  el  agua  clara  de  un  pozo.
       —Entonces  Nergal profirió  estas palabras:
        — «¿Por  qué  menospreciaste  a  mi  adorada  esposa, la  Reina  del
     Mundo  Inferior?  Si  ella consiente — y  a su  gloriosa  orden, que  no
     debe  ser  alterada— , que  Biblu,  el verdugo  del Mundo  Inferior, te
     haga llegar, entregándote  a  Lugalsula, el portero, para que éste pue­
     da conducirte  afuera, a través  de la puerta de  Ishtar y Aya. Si  tú no
     me  olvidas  y  no  me  abandonas, yo  no  impondré  contra  ti  la  sen­
     tencia  de  muerte.  En  caso  contrario, y  bajo  la  orden  de  Shamash,
     que  los  dioses  te  den  a  un  mismo  tiempo  revueltas,  desórdenes  y
     revoluciones, y  que  el  tumulto  desencadenado  de  las  naciones  te
     impida para siempre  gozar  del  sueño.»
        — «Este  espíritu  de  la  muerte  —prosiguió  diciendo  Nergal— ,
     que  has  visto  en  el  Mundo  Inferior,  es  el  del  famoso  pastor  a
     quien  mi  padre  Ashur,  el  rey  de  los  dioses, le  concedió  todo  lo
     que  él hubo  deseado.  Es  el espíritu  de  aquél que  alimentó  a  todos
     los países del Este al Oeste como si fueran hijos de Nisaba y a todos
     los  gobernó.  De  él,  a  quien  Ashur,  a  la  vista  de  su  sacerdocio, le
     confió la celebración del sagrado festival del Templo del Año Nue­
     vo  de  los  campos, donde  él  creó  un  lujuriante jardín, imagen  del
     Líbano. Y  para  quien  ha  sido  decretado  que  los  dioses Yabru  y
     Humba-Napruhu  — los  dos  de  origen  elamita—   protegieran  su
     persona,  preservaran  su  semilla,  salvasen  su  ejército  y  su  campa­
     mento  y  que  ningún  enemigo  sobre  su  carro  no  pudiera  acercár­
     sele  en  el  curso  del  combate. Pero  este  otro, tu  protector, el  emi­
     nente,  el  experto  en  todas  las  cuestiones,  dotado  de  amplio
     entendimiento, grande  y  sabio  en  espíritu  y  que  escrutó  los  pla­
     nos  de  la  cohesión  de  la  tierra,  ¿por  qué  cerró  su  mente  a  sus
     palabras, violó  lo  prohibido  y  pisoteó  lo  consagrado?  Sin  tardan­
     za,  el  resplandor  de  su  majestad  os  aterrorizará  y  os  destinará  a la
     nada.  ¡Que  esta palabra  quede  en vuestros corazones  clavada como
     una  espina! Ve  de  vuelta  a  las  regiones  superiores,  hasta  que  yo
     me  acuerde  otra vez  de  ti.»
       Así me  habló  y yo  me  desperté.


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