Page 314 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Un  día, los  grandes  Anunnaki,  compañeros  del  dios  Anu  en  el
     cielo,  dioses  que  decretan  el  destino,  celebraron  sesión  y  tomaron
     consejo  acerca  de  la  tierra.  Estaban  creando  la  totalidad  del  uni­
     verso  y  estableciendo  la  forma  de  éste.  Los  lgigi,  dioses  celestes,
     decretaron  nombre  para  todo  lo  creado  para  la  humanidad.  Pero
     no  habían establecido un rey  sobre  los  «cabezas negras». Hasta  aquel
     momento  ninguna tiara ni corona  había  sido  usada y  ningún  cetro
     había  sido  aún  blandido.  En  ninguna  parte  todavía  no  había  sido
     hecho  el  estrado  del  trono. Los  Sebitti, los  siete  Igigi,  habían  obs­
     taculizado  las  puertas  contra la  gente, impidiéndola  entrar. Los  Igi­
     gi  patrullaban  la  ciudad.
        Cetro,  corona, tiara  y  cayados  de  pastor  yacían  depositados  ante
     Anu  en  los  cielos.  No  existía  gobierno  para  la  gente  hasta  que  la
     monarquía  descendió  del  cielo.


        La  diosa  Ishtar  estaba  buscando  un  pastor,  buscaba  por  todas
     partes  un  rey.  Ishtar,  conocida  también  como  Inanna, estaba  bus­
     cando  un  pastor,  buscaba  por  todas  partes  un  rey  para  la  ciudad.
     Enlil, por su  parte, estaba  buscando  un  estrado  regio  para  Etana.


        — --«El joven  hombre que  Ishtar está buscando  tan diligentemente,
     lo  está buscando por todas partes. Al  fin, un  rey  fue  entronizado  para
     la  tierra por  los  dioses  y  establecido  en  Kish. Él  trajo  la  monarquía.»


        Sigue  una  laguna  con  más  de  120  líneas  totalmente perdidas.


        Él le  nombró  rey, hizo  rey  a un  hombre. Luego, aquel rey cons­
     truyó  una  ciudad. Asimismo, levantó  una  capilla  para Adad, su  dios.
     A la  sombra  de  aquella  capilla  creció  un frondoso  álamo. En su  copa
     se agazapaba un águila y una serpiente vivía en su base. Cada día vigi­
     laban  su  presa.  El  águila  hizo  oír su  voz y le  dijo  a la  serpiente:
        — ¡Venga!  ¡Seamos  amigas, seamos  camaradas  tú  y  yo!
        La  serpiente  abrió  la boca y  le  respondió  al águila:
        — No  eres  adecuada para la  amistad  a los  ojos  de  Shamash. Eres
     malvada  y  has  entristecido  su  corazón.  Has  hecho  cosas  imperdo­


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