Page 317 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Cuando Shamash oyó la súpKca de la serpiente, el dios sol le dijo:
      —Sigue tu camino, cruza la montaña, inmovilizaré para ti un buey
    lavaje. Abre  sus  entrañas, rasga  su  vientre.  Hazte  un  lugar para  sen-
    |arte en su vientre. Todas las especies  de pájaros descenderán del cie­
    lo a devorar la  carne; el águila  también bajará  con  ellos  a  devorar la
    forne  sin  saber  el  mal  que  le  aguarda. Buscará  por  todos  los  lados
    los mordiscos más tiernos, tanteará los  escondrijos y penetrará en las
    entrañas. Cuando penetre en el interior, ¡cógela por las alas, arránca-
    ¡| sus  plumas, sus  piñones  y  sus  rémiges,  desplúmale  las  alas  y  tírala
    à un foso  para  que  muera  allí  de  una  muerte  de  hambre y sed!
      Tal  como le había dicho  el valeroso  Shamash, la serpiente se  fue
   ;"y cruzó la montaña. Cuando alcanzó al buey salvaje, abrió sus entra­
    ñas  y  desgarró  su  vientre. Luego, hizo  un  lugar para  sentarse  en  el
    vientre. Todas las  especies  de pájaros  descendieron  del  cielo  a  devo­
    rar la  carne; pero  si  el  águila  hubiese  conocido  el  mal  que  la  ame­
   nazaba, ¡no  habría  comido  la  carne  con  las  otras  aves!
      Sin  embargo,  el  águila,  nada  más  ver  el  buey  muerto,  abrió  la
   boca  y  dijo  a  sus  aguiluchos:
      — Venid,  descendamos  y  devoremos  también  nosotros  la  carne
   de  ese  buey  salvaje.
      El  más  pequeño  de  ellos,  rebosando  sabiduría,  le  dirigió  estas
   palabras:
      — No  bajes, madre.  ¡Quizá dentro  de  ese buey salvaje  está espe­
   rándote  la  serpiente!
      El  águila, sin  reflexionar  ante  aquellas  palabras  llenas  de  cordu­
   ra, insistió  en  sus  deseos y le  respondió:
      — Bajaré  y  comeré  la  carne  de  ese  buey  salvaje.  Si  los  pájaros
   tuvieran  miedo,  ¿cómo  estarían  comiendo  la  carne  tan  tranquila­
   mente?
      El águila, pues, no las sopesó, no  observó las palabras  de su  hijo,
   sino  que  bajó  y  se  posó  sobre  el buey  salvaje.
      Lo  primero  que  hizo  fue  inspeccionar la  carne, luego  se  man­
   tuvo  mirando  delante  y  detrás  de  ella.  De  nuevo  volvió  a  inspec­
   cionar  la  carne, examinando  lo  que  había  delante  y  detrás  de  ella.
   Procediendo  cautamente,  avanzó  paso  a  paso  hasta  lo  más  hondo

                                                            s?
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