Page 316 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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cólera, ascenderé  al  cielo  y  habitaré  allí  y  no  descenderé  más que
        a la  copa  de  los  árboles  para  comer sus  frutos.
          El más pequeño  de  los  aguiluchos, rebosando  sabiduría,
        estas palabras  al  águila, su  madre:
          —Madre  mía, no  las  comas. La red de  Shamash te  capturar#, g
       red sobre la que se efectuó el juramento de Shamash se volverá con.
        tra ti y  te  retendrá cautiva, porque, recuerda, aquél que haya
       gredido  el límite  establecido  por Shamash, dicho  dios lo
       al  Cazador, al Verdugo, para  que  le haga  daño.
          Pero  el  águila  no  atendió  aquellas  palabras,  no  quiso  escuchar
       las  palabras  de  sus  hijos. Descendió  y  devoró  a  las  crías  de la ser­
       piente.

          Al  atardecer, al  declinar  el  día, la  serpiente  vino. Traía  su  carga
       de  carne,  que  soltó  a  la  entrada  de  su  nido.  Cuando  la serpiente
       miró  a  su  alrededor su  nido  no  estaba  allí; cuando  se  agachó, ¡no
       vio  a  sus  crías!  Llegó  la  mañana, pero  el  águila  no  apareció. Con
       sus garras había arañado  el suelo y la nube de  polvo  había oscure­
       cido  el cielo.
          La serpiente, ante la ausencia de sus crías, lloró plena de amargura.
       Derramando lágrimas, imploró ante Shamash, el dios de la justicia:
          —Confié  en  ti, valeroso  Shamash. Yo  presenté  buena  voluntad
       al  águila,  respeté  y  honré  tu juramento,  no  sostuve  ningún  mal
       contra mi  amiga. Ahora ella tiene su nido  al completo, pero el mí©
       está  destrozado.  El  nido  de  la  serpiente  se  ha  convertido  en  un
       lugar de lamentaciones. Ella  tiene a  todos sus polluelos; en  cambio
       mis crías no están en su nido, porque el águila — ¡quién sino ella!—
       bajó y devoró  mi  prole. Que sepas, oh Shamash, que ella  continúa
       practicando  el  mal.
          Después  de  unos  momentos  de  silencio,  que  aprovechó  para
       enjugarse  sus lágrimas, prosiguió  diciéndole  a  Shamash:
          —Shamash,  tu  red  es  tan  amplia  como  la  tierra,  tu  red  es  tan
       inmensa como  el cielo, ¡ojalá que el águila no pueda  escapar de tu
       red!  ¡Que no escape el águila, tan criminal como el pájaro Anzu que
       dañó  a  su  camarada, a Enlil!




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