Page 318 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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de  las  entrañas.  Cuando  penetró  en  el  interior  del  buey,  la  ser-i
      píente  la  cogió  por  sus  alas.
         — Entraste y  destruiste  mi  nido — chilló  la serpiente— . Robas­
      te  y  te  comiste  a  mis  crías.
         El  águila  abrió  su  boca  y  dijo  a  la  serpiente:
         — ¡Ten piedad  de  mi y te  concederé  un regalo  de bodas  nudun?
      nu,  como  a  una  prometida!
         Pero  la  serpiente  le  respondió:
         — Si  te  suelto,  ¿cómo  le  contestaré  a  Shamash  que  está  allá  en
      lo  alto? Tu castigo  se volvería  contra  mí, el  castigo  que  yo  precisa­
      mente  te  debo  infligir.
        Y     sin más palabras le arrancó sus plumas, piñones y rémiges. Lue­
      go  la  desplumó  y  la  tiró  a  un  foso  diciendo:
        — ¡Morirá  de  una  muerte  de  hambre  y  sed!


        Pero  el  águila  suplicaba,  en  el  foso, diariamente  a  Shamash:
        — ¿Voy a fenecer en este foso? ¿Quién podrá saber de qué modo
      me  fue  impuesto  tu  castigo?  Salva  mi  vida, la  del  águila,  que  soy
      yo, y  difundiré  tu  nombre  y  fama  para  la  Eternidad.
        Shamash le  replicó  al  águila:
        — Tú  has  sido  mala  y  me  has  agraviado  gravemente.  Comiste
     lo  detestado  por  los  dioses  y  lo  prohibido.  Estás  muriéndote  y  no
      me acercaré  a ti; pero mira, quiero que venga en tu ayuda un hom­
     bre  que  yo  te  enviaré.


        Diariamente  Etana  suplicaba  a  Shamash:
        — ¡Oh Shamash, has disfrutado de los mejores pedazos de mis ove­
     jas y la tierra ha bebido para  ti la sangre  de mis  corderos!  He honra­
     do a los dioses y reverenciado a los espíritus de los muertos. Los intér­
     pretes  de  los  sueños  han  gastado  mi  incienso  y los  dioses  han  usado
     mis corderos en el matadero. ¡Oh señor, que brote de tu boca una orden
     para  mí!  ¡Concédeme  la planta  del nacimiento!  ¡Muéstrame la  planta
     del nacimiento!  ¡Quítame  mi vergüenza y dame  un hijo!
        Shamash  le  dijo  a  Etana:
        — Sigue el camino, cruza la montaña. Cuando veas un foso, exa­


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