Page 310 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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—M i^^n-le^^u, «Todo  mal», tenía dos  cabezas, una cabeza era
     la  de  un león, la  otra  la  de  una  pantera.
        — Muhra  tema  tres patas: las  dos  delanteras  eran las  de  un  pájaro,
     la  de  atrás la  de  un buey. Estaba rodeado por un  resplandor pavoroso.
        — De  dos  dioses,  de  los  cuales ignoro  sus  nombres, uno  tenía la
     cabeza, las  manos y los pies  del  pájaro Anzu; en su izquierda  tenía
     garras. El otro estaba provisto  de  cabeza  humana, su tocado  era una
     tiara;  en  su  mano  derecha  llevaba  una  maza; en  su  izquierda,  ante
     él, sosterua  una  lanza.
        — En total estaban presentes allí  15  dioses.Yo los vi, yo les supli­
     qué.
        — Un  hombre  se  hallaba  también  a l.  Su  cuerpo  estaba  negro
     como  la  pez; su  cara  era  como  la  del pájaro Anzu.  Estaba  vestido
     con  un  manto  rojo,  en  su  mano  izquierda  llevaba  un  arco,  en  su
     derecha sostenía  una  espada  y con  el pie  izquierdo pisaba  una  ser­
     piente  en  el  suelo.
        — Cuando  moví mis ojos, vi  que  el esforzado  Nergal estaba sen­
     tado  sobre •un  trono  regio.  Su  tocado  era  la  corona  de  la  realeza;
     en sus dos manos sujetaba dos furiosas mazas, cuyas dos cabezas fina­
     lizaban  en  leones.  Un  relámpago  brilló  entonces.  Los  Anunnaki,
     los  grandes  dioses, estaban inclinados  a  derecha  e  izquierda.
        — El  Mundo  Inferior  estaba  lleno  de  terror. Ante  el  Hijo  del
     Príncipe,  esto  es,  ante  Nergal,  había  un  silencio  total.  Me  cogió
     por  las  mechas  de  mis  cabellos  y  me  acercó  hacia  él.
        — Al  verle,  mis  piernas  se  pusieron  a  temblar.  Su  terrible  res­
     plandor  me  lanzó  contra  el  suelo.  Besé  los  pies  de  su  gran  divini­
     dad cuando  me incliné.Al levantarme, me miró sacudiendo su cabe­
     za.  Con  un  fiero  grito  me  chilló  fuertemente,  a  modo  de  una
     tormenta  rabiosa. El  cetro,  insignia  de  su  divinidad,  que  está  lleno
     de  terror,  como  una  víbora,  lo  tiró  contra  mí,  con  intención  de
     matarme. Pero  Ishum, su  consejero, el  intercesor, el que  perdona la
     vida, que  ama  la verdad, además  de  otros  epítetos, dijo:
        — «No  mates  a  ese  hombre, poderoso  rey  del  Mundo  Inferior.,
     para  que  los  súbditos  de  todo  el  país  oigan  alguna  vez  la  alabanza
     de  tu  gloria.»


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