Page 333 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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secreto, pues  determinadas  sacerdotisas, por  imperativos  legales,  no
   podían  tener  hijos.
      Me  puso  en  una  canasta  de juncos  y  selló  la  abertura  con  betún.
   Luego  me lanzó  al  río, que  no  se levantó  contra mí. El  río  me  trans­
   portó hasta Akki, un escanciador de agua. Tal escanciador me  sacó  del
   río, cuando  hundía  su pozal  en  él. Me  adoptó  como  hijo  suyo  y me
   crió. Akki, el escanciador de agua, me colocó en su oficio de jardinero.
      Y    mientras  era jardinero, la  diosa  Ishtar se  prendó  de  amor por
   mí.  Es  así  como  yo  ejercí  la  realeza  durante  56  años.  Goberné  y
   regí  al  pueblo  de  los  «cabezas  negras».
      Conquisté  poderosos  montes  con  azuelas  de  bronce,  escalé  las
   sierras  superiores,  atravesé  las  sierras  inferiores.  Recorrí  los  países
   más  allá  del  mar por  tres  veces. Mi  mano  conquistó  Dilmun, subí
   hacia  Der la  Grande, y yo  la sometí. También  destruí  Kazallu. Ven­
   cí  a  todo  el  que  me  fue  hostil.
      Cualquier  monarca  que  me  suceda,  si  quiere  considerarse  mi
   igual,  que  dirija  sus  pasos  por  donde  yo  dirigí  los  míos. Además
   que  gobierne y regente  al pueblo  de los  «cabezas  negras», que  con­
   quiste  poderosos  montes  con  azuelas  de  bronce, que  escale  las  sie­
   rras  superiores,  que  atraviese  las  sierras  inferiores,  que  recorra  los
   países  del  más  allá  del  mar  por  tres  veces,  que  conquiste  Dilmun
   con  su  mano, que  suba  hacia  Der la  Grande  y  que  la  someta.


      El  resto  se  halla  totalmente perdido  en  las  versiones  que  han  llegado.



                   LA ESTELA  DE  NARAM-SIN


     En  una  estela,  redactada  en  acadio,  y  de  la  que  se  llegaron  a  hacer
     hasta  cuatro  copias  en  Nínive  (localizadas fragmentariamente)  y  algu­
      nas más en Anatolia (Boghaz-köy, Sultantepe), se recogió la experiencia
     militar  de  Naram-Sin  (2254-2218  a.C.) frente  a  las  hordas  bárba­
     ras  que  recoman  la  Uanura  mesopotámica  destruyéndolo  todo. Tal  rey
     acadio  — a  quien  en  el  relato  se  le  hace  «hijo»  y  no  nieto  de  Sar-
     gón—   se  vanagloria  de  haberlos  contenido  y  derrotado. A fin  de  que


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