Page 76 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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había  ido  dejando  por la  ribera  del Turungal los  corderillos,  cabri-
     tillos y  terneros  que  habían ido pariendo  sus  ovejas, cabras  y vacas.
        Después  de  haber  enumerado  los  regalos,  insistió  ante  el  por­
     tero:
        — ¡Abre  el  templo,  portero!  ¡Kalkal!  ¡Abre  el  templo!  Te  daré
     como aguinaldo lo  que traigo en la proa de mi barco y como rega­
     lo  de  despedida  lo  que  llevo  en  su  popa.
        Al oír aquellas palabras, el portero, muy feliz, muy contento, abrió
     el  templo. El  portero, Kalkal,  el  hombre  del  cerrojo, muy  dichoso,
     abrió el templo.Y en el templo  de Enlil, ante el  Gran Monte, Nan-
     na-Suen  presentó  sus  ofrendas.
        Enlil,  encantado  con  aquellos  presentes, se  dispuso  a  ofrecer  un
     banquete  a  su  hijo  Suen.  Satisfecho  por la  gentileza  de  Suen, Enlil
     dijo  suavemente  a  sus  servidores:
        — Servid  a  este joven  los  más  ricos  pasteles;  le  gustan  mucho.
     Servid a  mi  Nanna pasteles; los  adora. Traednos  del Ekur  cualquier
     galguería,  por  süpuesto  de  las  mejores.  Escanciadle  la  más  fina  de
     mis  cervezas.  Es  más,  preparadle  la jarra  de  cerveza  más  sólida  y
     grande.
        Finalmente, con  faz  risueña  conminó  a  sus  criados:
        — ¡Rápido!  Preparadle  pasteles,  dulces, panes  y  agua  fresca.
        A  su  vez,  Suen,  después  de  degustar  manjares  y  bebidas,  res­
     pondió  a  su  padre  y  creador:
        — Padre  mío,  estoy  colmado  de  atenciones  por  tu  parte.  He
     comido  y bebido  en  abundancia. Cierto  es  que  donde  tú pones  tu
     mirada  allí  se  extiende  tu  soberanía.  ¡Cuán  fastuosa  es  tu  opulen­
     cia,  oh  Enlil!  ¡Concédemela,  Enlil,  concédemela  para  llevármela  a
     Ur, mi  ciudad!  Concédeme  la  crecida  del  río  antes  de  que  vuelva
     a  Ur.  Concédeme  el  grano  de  los  campos  antes  de  que  regrese  a
     Ur.  Otórgame  las  carpas  de  los  marjales  y  las  carpas  gigantes  para
     mis  viveros  antes  de  que  vuelva  a  Ur.  Otórgame  poblar  los  caña­
     verales  con  cañas  tiernas  y jóvenes  retoños  antes  de  que  regrese  a
     Ur.
        Nanna-Suen,  agradecido  y  con  todo  respeto,  continuó  pidien­
     do  otros  favores  a  su  padre. Entre  ellos, le  pidió  carneros  salvajes y



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