Page 106 - El nuevo zar
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pero no en las cantidades ni con la furia de las multitudes que se congregaron
alrededor de la Casa Blanca en Moscú. El concejo de la ciudad estaba en
desorden. Su presidente, Aleksandr Beliáyev, apareció con Sobchak en
septiembre para pedir calma, pero los miembros del concejo aprobaron
dieciséis resoluciones o declaraciones criticando inocuamente los decretos de
Yeltsin. Un periodista se burló del concejo por su «impetuosa lluvia de ideas»
en un momento de grave crisis política.[43]
Las manifestaciones en Moscú se volvieron violentas. El 2 de octubre, los
partidarios del Parlamento rompieron el cordón policial alrededor de la Casa
Blanca y, esta vez, estaban armados. Rutskói, desde un balcón, llamó a un
levantamiento. Yeltsin declaró el estado de emergencia. La siguiente noche,
grupos armados con rifles, granadas y cócteles molotov tomaron la oficina del
alcalde y atacaron la torre de televisión Ostánkino, con lo que dejaron a la
televisión estatal sin emisión durante varias horas. Allí fueron recibidos por
batallones de oficiales de la policía interior, que los repelieron, aunque con un
alto coste de vidas. La violencia allí mató a decenas de personas, muchas más
de las que habían muerto durante el golpe de Estado de agosto de 1991. La
sangre no corría así por las calles de Moscú desde la revolución de 1917. El
ejército ruso fue ambiguo —en un momento, sus comandantes se quejaron de
que sus soldados estaban demasiado ocupados con la cosecha de patata del
otoño para hacer acopio de fuerzas—, pero finalmente obedeció las órdenes
de Yeltsin después que el ministro de Defensa, Pável Grachov, insistiera en
que Yeltsin lo pusiera por escrito.[44] Para el amanecer, tanques rusos habían
rodeado la Casa Blanca y reprimido las barricadas improvisadas. A las diez, a
plena vista de las cámaras de televisión, cuatro tanques en el puente
Novoarbatski comenzaron a disparar proyectiles contra los pisos superiores
del edificio donde Yeltsin había liderado la resistencia al golpe de Estado
apenas dos años antes. Soldados ocuparon el edificio piso por piso, arrestaron
a Rutskói y Ruslán Jasbulátov, presidente legislativo del Sóviet Supremo,
ambos antiguos aliados de Yeltsin, junto con decenas de otros. Al menos cien
personas murieron en la Casa Blanca.
Las lealtades de Putin no estuvieron nunca en duda durante la crisis:
siguió a Sobchak. Durante la noche del 3 de octubre fue a ver al alcalde en el
aeropuerto con un destacamento de guardias que resultaron ser innecesarios.
[45] Al día siguiente, mientras la lucha arrasaba Moscú, unos pocos cientos
de manifestantes llegaron al centro de televisión de San Petersburgo, pero no