Page 107 - El nuevo zar
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intentaron romper el cordón de la policía especial que rodeaba el edificio.
Setenta y dos miembros del concejo de la ciudad aprobaron una declaración
que condenaba a aquellos que habían instigado el derramamiento de sangre en
Moscú, sin decir en forma explícita a quiénes culpaban más por ello. Sobchak
logró evitar la violencia en la ciudad sin intervención militar, en parte porque
la rebelión se limitó a la capital, pero también porque su oficina corrió pocos
riesgos en relación con los opositores a Yeltsin en San Petersburgo. El
Ministerio de Seguridad de la ciudad —el descendiente del KGB que
finalmente se convertiría en el Servicio Federal de Seguridad o FSB—
«introdujo una cantidad de medidas que apoyaban los arrestos de extremistas
que tramaban provocaciones, detonaciones o desestabilización de la
situación».
Así fue como Putin describiría luego los sucesos de octubre de 1993. Pudo
haber o no provocadores preparados para actuar en San Petersburgo. Lo que
le importaba a Putin era que «no hubo la misma división entre los organismos
de seguridad que hubo en 1991».[46] El jefe de los servicios de seguridad en
San Petersburgo era el viejo amigo de Putin Víktor Cherkésov, que juró
lealtad a Sobchak desde el comienzo de la crisis y se aseguró de que al menos
en su ciudad la autoridad presidencial no encontrara impedimento. Sobchak,
más tarde, reconoció que había despachado «un escuadrón de fuerzas
especiales» a Moscú para ayudar a Yeltsin a aplastar la rebelión cuando la
lealtad del ejército parecía incierta.[47] Las tropas llegaron a fines de
septiembre y, si bien no combatieron en la Casa Blanca, participaron en el
desalojo de rebeldes de la oficina del alcalde de Moscú y el hotel Mir.[48] Los
sucesos convalidaron las decisiones tempranas de Sobchak de promover los
vínculos con los servicios de seguridad y consolidaron la convicción de Putin
de que, incluso en democracia, la ley y el orden dependen del trabajo calmo y
eficaz de los servicios secretos.