Page 118 - El nuevo zar
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Yákovlev hubiese sido lo bastante hombre, dijo Sobchak, hubiese dimitido
antes de anunciar su candidatura. El desafío de Yákovlev también enfureció a
Putin. Públicamente llamó a Yákovlev «un Judas»,[20] e hizo circular una
carta para que la firmaran todos los empleados de Sobchak, en la que
declaraban que dimitirían a modo de protesta si Sobchak perdía la elección.
Con la amargura de la retrospectiva, Sobchak describió los logros de
Yákovlev como modestos. No era tan inteligente como las «personas más
educadas, cultas y hábiles» de su equipo, como Putin. El personal lo denigró
llamándolo «el fontanero»,[21] en flagrante contraste con el «Stasi» de Putin.
Sobchak hizo caso omiso de Yákovlev, igual que del resto de sus rivales,
y siguió adelante con sus deberes oficiales, como si eso alcanzara para probar
su mérito electoral. También hizo campaña más atentamente para Yeltsin
antes de las elecciones presidenciales, queriendo demostrar su lealtad y
restablecer la alianza política que una vez habían tenido. El 19 de abril, Bill
Clinton llegó a San Petersburgo camino de sus reuniones en Moscú, con las
que los estadounidenses esperaban ayudar a Yeltsin a derrotar la amenaza del
resurgido Partido Comunista. Sobchak se reunió con él en el aeropuerto y lo
llevó en la limusina hasta Tsárskoie Seló, la residencia imperial al sur de la
ciudad. Quizás en el intento de que sus conversaciones privadas pudieran
acercarlo nuevamente a Yeltsin, Sobchak se desvivió por explicar cómo
Yeltsin iba a triunfar contra su principal rival, el comunista Guenadi
Ziugánov. Sobchak siguió a Clinton a todas partes y disfrutó de posar en
televisión como un estadista acompañado de un líder mundial. En cambio,
Clinton se quejó de que lo habían «mantenido dentro de un maldito capullo»
durante su viaje. Habían cancelado su reunión con estudiantes en el
Hermitage, habían denegado su pedido de detener el convoy para estrechar
manos en la calle. El asistente de Clinton, Strobe Talbott, lo achacó al
excesivo recelo del funcionario que supervisaba los detalles de la visita,
Vladímir Putin, aunque agregó que en aquel entonces ese nombre «no
significaba nada para ninguno de nosotros».[22]
Yákovlev no era un político nato como Sobchak, pero era carismático a su
manera y estaba mucho más sintonizado con los deseos de los votantes. Alto
y delgado, tenía una cara angelical con pómulos altos, propensos a separarse