Page 119 - El nuevo zar
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en una risa que enseñaba los dientes. No ofrecía una verdadera alternativa
ideológica —no tenía intención de dar marcha atrás con la privatización de
los apartamentos o las fábricas, por ejemplo—, pero prometió que intentaría
arreglar la miríada de problemas de la ciudad: agua corriente no potable,
calles con baches, metros decrépitos. Prometió empleos, no los Juegos
Olímpicos. Sobchak despreció sus promesas de campaña al calificarlos de
«fantasías cautivadoras para un público ingenuo», pero subestimó
enormemente el encanto de su antiguo colaborador. En una ciudad donde la
gente todavía vivía en pisos comunitarios, donde el servicio básico de
ambulancias era exiguo, el agua estaba infestada de Giardia y los residuos
cloacales fluían sin tratamiento hasta el mar Báltico, donde durante un mes,
en septiembre de 1995, no se había podido siquiera calefaccionar los
hospitales,[23] quizás un «fontanero» era justo lo que querían los votantes.
Con una inyección de dinero aportada por sus patrocinadores en Moscú,
Yákovlev acudió a consultores de campaña profesionales, quienes lo
ayudaron a realizar una propaganda mucho más organizada y eficaz, que llenó
buzones con folletos y ondas de radio con anuncios publicitarios, y todo con
el mismo simple mensaje de restablecer la administración y los servicios
básicos.[24] Yákovlev también tenía el apoyo político de un nuevo y
poderoso aliado, Yuri Luzhkov, el alcalde populista de Moscú, calvo y de
torso grande y fuerte. Yákovlev se concebía como un Luzhkov, pero para San
Petersburgo, y Luzhkov sugirió públicamente nuevos proyectos que harían
crecer a las dos ciudades. En tanto, la campaña de Sobchak se quedó sin
dinero. Habiendo cumplido un papel muy menor hasta el momento, Putin
ahora ingresó en la refriega y debió rogar donaciones de los empresarios con
los que había trabajado en los últimos cinco años, algo que veía con un
disgusto mal disimulado.[25] Sin embargo, cuando invitó a un grupo de
empresarios a un acto para recaudar fondos, se negaron a ayudar: la misma
gente que —según su forma de ver— se había beneficiado de las
privatizaciones y las inversiones que Sobchak y él habían posibilitado. Un
gánster local tuvo mejor suerte al recaudar 2.000 dólares de los pequeños
empresarios, que no se atrevieron a negar una donación para la «Fundación de
Apoyo al Alcalde».[26]
El predominio de Sobchak sobre la política de la ciudad desde 1989, su
carisma y su prestigio ya no lo protegían de ataques personales fulminantes.
Aleksandr Beliáyev, el expresidente del concejo, contó en una conferencia de