Page 176 - El nuevo zar
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o filtradas a los mismos periódicos que el KGB había utilizado en tiempos
               soviéticos (aun cuando su hombre, Putin, estaba a cargo del organismo). El
               canal  NTV,  que  alguna  vez  había  respaldado  a  Yeltsin  contra  la  amenaza
               comunista, se volvió en su contra por venganza luego de que su secretario de

               Estado,  Aleksandr  Voloshin,  intentara  poner  fin  a  los  préstamos  que  el
               Gobierno  concedía  a  la  compañía  propietaria  Media-Most,  el  holding

               empresarial de Vladímir Gusinski, uno de los oligarcas que habían financiado
               el intento de reelección de Yeltsin en 1996.

                    Yeltsin se convenció a sí mismo de que la apisonadora Primakov-Luzhkov
               era un complot no solo para ganar las elecciones parlamentarias, sino también

               para aplastar la presidencia misma. En varias reuniones durante el verano, le
               rogó a Stepashin que hiciera algo, «lo que fuera», para evitar que gobernador
               tras  gobernador  pidieran  apoyo  al  partido  de  Luzhkov,  llamado  Patria,  que

               ahora  estaba  aliado  con  el  bloque  Toda  Rusia,  de  Primakov.  Yeltsin  se
               inquietó,  cada  vez  más  aislado  de  todos  excepto  de  su  círculo  íntimo,  la

               «familia»,  que  ahora  estaba  en  una  posición  más  precaria  que  nunca.
               «Simplemente, no era capaz de entender lo que estaba sucediendo en Rusia —
               escribió  un  historiador  ruso,  Roy  Medvédev—,  y  no  pensaba  tanto  en
               aferrarse  al  poder  como  en  garantizar  su  propia  seguridad  personal.»[31]

               Ocho años después de su resistencia heroica al golpe de Estado, Yeltsin había
               perdido la admiración de una nación que estaba liberándose tras décadas de

               ideología  soviética.  Sus  memorias  no  lograron  ocultar  el  estado
               autocompasivo  al  que  había  llegado.  Se  sentía  abandonado,  desconfiado  y,
               con toda seguridad, asustado. «Me torturaba con preocupaciones. ¿Quién me
               respaldaría? ¿Quién me apoyaba realmente?»[32]


                    Yeltsin dijo haber decidido su siguiente curso de acción meses antes, a
               pesar  de  que  eso  es  algo  que,  dado  su  liderazgo  reactivo  e  improvisado,
               parece dudoso. Aunque lo hubiera pensado antes, nadie más supo qué había

               decidido hacer, ni siquiera sus consejeros más cercanos, hasta que el anuncio
               fue inminente.[33]  Ciertamente  pareció  impetuoso,  no  planificado.  El  5  de

               agosto convocó a Putin a su dacha en las afueras de Moscú para una reunión
               secreta.

                    «He tomado una decisión, Vladímir Vladímirovich —le contó Yeltsin—,
               y me gustaría ofrecerte el puesto de primer ministro.»


                    Putin no dijo nada al principio; simplemente miró atentamente a Yeltsin,
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