Page 179 - El nuevo zar
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fuerza de combatientes chechenos cruzó la frontera de la república y rodeó
               tres  ciudades  en  la  república  lindante  de  Daguestán.  La  policía  interior  y
               militar de Rusia se había preparado durante meses para una incursión, pero
               otra vez las fuerzas chechenas actuaron con impunidad en la dura frontera.

               Estaban  comandadas  por  dos  combatientes:  Shamil  Basáiev,  un  feroz
               comandante rebelde, y una figura oscura con el nombre de guerra Jatab. Este

               último,  un  saudí,  era  veterano  de  las  insurgencias  islámicas  que  se
               remontaban a la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán. El hombre
               era  un  conducto  para  la  influencia  extranjera  sobre  la  que  había  advertido
               Putin.  Stepashin,  cuyo  manejo  de  una  intrusión  similar  en  1995  había

               conducido a su despido como jefe del FSB, voló a Daguestán al día siguiente
               con el jefe del Estado Mayor del ejército, el general Anatoli Kvashnín, para

               supervisar lo que se convirtió en una batalla campal entre los combatientes
               chechenos  y  las  tropas  rusas.  Stepashin  declaró  que  no  se  repetirían  los
               errores  de  la  guerra  de  Chechenia,  y  la  artillería  y  los  cohetes  rusos

               comenzaron  a  golpear  a  los  pueblos  ocupados  por  las  fuerzas  chechenas.
               Cuando  Stepashin  voló  de  regreso  a  Moscú  al  día  siguiente,  Yeltsin  siguió
               adelante con sus planes y lo echó, y presentó la candidatura de Putin para el

               cargo de siguiente primer ministro.

                    «He decidido ahora nombrar a una persona que, en mi opinión, puede unir
               a  la  sociedad  —dijo  Yeltsin  en  un  discurso  televisado  el  9  de  agosto—.

               Apoyándose  en  los  poderes  políticos  más  amplios,  él  asegurará  la
               continuación de las reformas en Rusia.» Yeltsin no nombró explícitamente a
               Putin  como  su  ungido  heredero,  pero  sí  mencionó  la  elección  programada
               para  junio  de  2000,  y  expresó  la  esperanza  de  que  los  votantes  también

               encontraran  seguridad  en  ese  líder  diminuto  e  incluso  relativamente
               experimental. «Creo que cuenta con bastante tiempo para demostrar su valía.»

                    «Este es el beso de la muerte», declaró entonces un estratega comunista

               prominente, Leonid Dobrojótov, haciendo referencia al respaldo de Yeltsin.
               «Habida  cuenta  del  odio  universal  que  tiene  el  país  por  él,  cualquier

               recomendación de su parte sobre cualquier político, incluso el mejor, conduce
               a  la  tumba.»[37]  El  presidente  de  la  Duma,  Guenadi  Selezniov,  también
               declaró que Yeltsin había puesto fin a la carrera política de Putin, y dijo que
               los diputados no debían «malgastar semanas» debatiendo la candidatura, ya

               que  «podían  echarlo  en  los  siguientes  tres  meses».  Incluso  Putin  dudaba
               respecto de su futuro como líder político, un futuro que no había considerado
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