Page 249 - El nuevo zar
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petróleo  del  mundo—,  pero  lamentó  la  burocracia  «grande  y  torpe»  del
               Gobierno, los ministerios no reformados que aún actuaban como «ramas de
               una  economía  centralizada».  Necesitaba  una  mayoría  parlamentaria  que  no
               debatiera  los  asuntos,  sino  que  aprobara  la  legislación  que  el  Kremlin

               necesitaba para imponer soluciones. Y, durante una hora, enumeró una pila de
               reformas liberales destinadas a transformar el Poder Judicial, crear un sistema

               de  hipotecas  para  expandir  el  mercado  de  viviendas,  poner  fin  al  servicio
               militar obligatorio para introducir una fuerza militar profesional y voluntaria,
               y  redactar  regulaciones  que  aceleraran  la  pertenencia  de  Rusia  en  la
               Organización Mundial del Comercio. Se trataba de una agenda ambiciosa, y

               ahora había pocos obstáculos para imponerla.






               En su discurso, Putin dedicó apenas un minuto a la guerra sobre la que había
               cabalgado  hacia  el  poder,  en  parte  porque  ya  no  era  el  triunfo  que  había
               prometido. En 2001, Putin anunció que la retirada de la fuerza militar rusa en

               Chechenia comenzaría pronto, pero la guerra estaba lejos de terminar. Fuerzas
               federales  controlaban  las  fronteras  de  la  república  y  la  mayoría  de  sus
               ciudades  y  pueblos,  pero  solo  durante  el  día.  Los  ataques  de  los  rebeldes

               continuaron matando tropas rusas, que arrasaban los pueblos en represalia, y
               eso  producía  arrestos,  tortura  y  muerte.[30]  Aunque  el  Kremlin  había
               instalado a un excomandante rebelde e imán, Ajmad Kadírov, como líder leal

               a la república, la fuerza militar y el FSB no pudieron reprimir la insurgencia.
               Sus líderes permanecieron libres, ocultos en las montañas junto a la frontera o
               en pueblos que seguían comprometidos con la independencia chechena.


                    La  popularidad  inicial  de  la  guerra  se  había  desvanecido;  las  encuestas
               mostraban que la mayoría de los rusos ya no creían que fuera posible ganar la
               guerra. Chechenia amenazaba con convertirse en un atolladero que la mayoría

               sentía  debía  resolverse  a  través  de  negociaciones  de  paz.  Las  bajas  en
               aumento  amenazaban  no  solo  la  estrategia  de  Putin,  sino  también  su
               presidencia.  La  guerra  seguía  siendo  una  cruzada  personal  para  Putin,  y  la

               propaganda  oficial  era  tan  exitosa  que  él  mismo  «empezó  a  creerse  las
               versiones esterilizadas de los sucesos y cayó víctima de su propio invento».
               [31]  No  fue  hasta  que  el  desastre  estalló  en  una  escala  enorme  cuando  la

               propaganda  del  Kremlin  dejó  de  servir  para  ocultar  la  devastación  y  Putin
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