Page 256 - El nuevo zar
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tragado  la  lengua.  Las  autoridades  habían  recetado  un  antídoto  para
               neutralizar el efecto del gas, pero no había suficientes dosis disponibles. Y ni
               los paramédicos en la escena ni los médicos en los hospitales sabían cuánto
               administrar. Finalmente, ciento treinta rehenes murieron durante la toma, solo

               cinco de ellos por heridas de bala. De estos últimos, solo dos eran rehenes en
               el teatro. Los otros tres eran la mujer que había entrado en el teatro el primer

               día y dos hombres que habían recibido disparos al aproximarse o entrar en el
               edificio durante la toma.[47] Un médico que participó en el rescate describió
               la  confusión  y  el  caos.  «No  era  una  conjura  del  diablo  —dijo—.  Era,
               simplemente, un caos soviético.»






               Putin dio un discurso televisado esa noche. Había aparecido rara vez durante

               la  toma,  solo  en  breves  secuencias  en  que  se  lo  mostraba  durante  sus
               reuniones con los consejeros de seguridad, miembros del Parlamento y líderes
               musulmanes.  Estaba  serio,  con  ojos  de  acero,  y  bullía  con  áspera  furia,

               refiriéndose a los terroristas como «escoria armada». Dijo que había abrigado
               la esperanza de que liberaran a los rehenes, pero que se había preparado para
               lo peor. «Se logró algo casi imposible —prosiguió—. La vida de cientos y

               cientos de personas se salvó. Probamos que no pondrán a Rusia de rodillas.»
               En la mente de Putin, el rescate había sido una victoria, aunque reconoció que
               fue una victoria muy dolorosa.

                    «No  pudimos  salvarlos  a  todos  —dijo,  antes  de  que  las  autoridades

               hubiesen dado a conocer el terrible recuento—. Perdonadnos, por favor.»

                    La  horrenda  toma  endureció  las  opiniones  de  Putin  de  que  Rusia  se
               enfrentaba  con  una  amenaza  existencial.  Los  rebeldes  que  luchaban  en  un

               flanco  del  país,  con  apoyo  internacional,  lo  desmembrarían,  y  la  única
               respuesta era destruirlos. Alsán Masjádov, a través de un representante en una

               reunión de chechenos en Copenhague, condenó el ataque y ofreció entrar en
               negociaciones de paz sin ninguna condición, pero el Kremlin lo rechazó. En
               lugar  de  eso,  los  fiscales  de  Rusia  emitieron  una  orden  de  arresto
               internacional  para  el  representante  de  Masjádov,  un  actor  convertido  en

               activista, Ajmed Zakáiev, que había estado en la conferencia. Dinamarca lo
               arrestó,  pero  rehusó  extraditarlo  un  mes  más  tarde,  diciendo  que  los  rusos

               habían fabricado las pruebas que lo implicaban en la toma. En la mente de
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