Page 264 - El nuevo zar
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la creciente o menguante influencia de cualquiera de las dos facciones. En la
               práctica, los límites no eran tan rígidos,[14] y, si bien las rivalidades emergían
               en momentos de público desacuerdo, estos eran infrecuentes. Después de tres
               años en la presidencia, el círculo interno de Putin permanecía notablemente

               unido detrás de él y detrás de un objetivo unificador de resucitar un grado
               mayor de control político sobre la economía. Detrás de escena, sin embargo,

               los consejeros habían comenzado a luchar por poder —y beneficios—, con lo
               cual reclamaban la intervención y mediación constantes de Putin.

                    Los hombres que Putin trajo con él a las alturas del poder habían estado
               en la periferia de la toma de beneficios de la era de Yeltsin. A algunos les

               había ido bastante bien, pero ninguno se había vuelto multimillonario, apenas
               unos pocos eran millonarios. Estaban resentidos con los que no solo habían
               amasado fortunas, sino también impuesto políticas. Yeltsin había tolerado —

               incluso alentado y explotado— el precipitado salto hacia el capitalismo como
               una  medicina  necesaria  para  eliminar  del  cuerpo  la  enfermedad  del

               comunismo. Los consejeros de Putin más o menos coincidían con la estrategia
               de su jefe de poner orden en el mercado, incluso de aumentar el control estatal
               sobre  recursos  naturales  estratégicos  como  el  petróleo  y  el  gas.  La
               confrontación con Jodorkovski, sin embargo, reveló otro de sus incentivos.

               Sechin  y  otros  dentro  del  círculo  de  Putin  «se  habían  perdido  la  primera
               división postsoviética de activos en la década de 1990 y estaban decididos a

               no perderse la segunda».[15]





               La  reunión  en  el  Salón  de  Catalina  se  vio  eclipsada  por  los  sucesos  en  el

               mundo, en especial la inminente invasión a Irak. Putin se oponía a la guerra
               liderada por Estados Unidos, pese a los arduos esfuerzos del presidente Bush
               para convencer a su nuevo amigo de respaldar el derrocamiento del dictador

               Sadam Huseín (que, no casualmente, Jodorkovski respaldaba). Los profundos
               lazos de Rusia con Irak databan del fomento realizado por la Unión Soviética
               del mundo árabe y sobrevivieron al colapso soviético y a la primera guerra del

               Golfo,  en  1991.  Rusia  siguió  comprando  muchas  de  las  exportaciones  de
               petróleo  de  Irak,  como  permitía  el  programa  de  Petróleo  por  Alimentos  de
               Naciones Unidas desarrollado en la década de 1990 para aliviar el sufrimiento

               de  los  iraquíes  comunes,  lo  que  generó  que  beneficios  y  comisiones
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