Page 265 - El nuevo zar
P. 265
millonarias fueran a empresarios y políticos rusos, incluidos Vladímir
Yirinovski, el secretario de Estado de Putin, Aleksandr Voloshin, y una
compañía importadora y exportadora de petróleo poco conocida, Gunvor, a
cuyo propietario Putin conocía de los primeros contratos que había autorizado
durante el invierno de 1991.[16] Charles Duelfer, uno de los inspectores de
Naciones Unidas, estaba convencido de que los contratos implicaban a los
más altos niveles del Gobierno de Putin, aunque los estadounidenses
decidieron no acusar directamente a Putin por razones diplomáticas.[17] Las
compañías petroleras de Rusia, tanto estatales como privadas, también tenían
inversiones en los campos de petróleo sin desarrollar de Irak, incluido un
contrato por un valor de 20.000 millones de dólares por un vasto terreno en el
desierto meridional. Los contratos permanecían congelados mientras las
sanciones estuvieran vigentes, pero el derrocamiento del Gobierno de Sadam
Huseín podía devaluarlos. «Vladímir Putin no consideraba a Sadam una
amenaza —escribió más tarde Bush—. Me parecía a mí que parte de la razón
era que Putin no quería poner en riesgo los lucrativos contratos de petróleo de
Rusia.»[18]
Putin intentó interceder enviando a Yevgueni Primakov a una misión
secreta para persuadir a Sadam Huseín de dimitir. Primakov, el diplomático
veterano y espía que había sido el enviado de Gorbachov a Irak durante la
guerra de 1991, le transmitió la solicitud personal de Putin durante una
reunión por la noche en uno de los palacios del dictador en Bagdad. Huseín
escuchó con calma primero, pero luego reunió a sus más altos consejeros y,
frente a ellos, condenó la reconciliación de Putin con Bush. «Rusia se ha
transformado en una sombra de Estados Unidos», le dijo a Primakov.[19]
Con la concentración de tropas estadounidenses en Kuwait, Putin calculó
que no podía hacer más por detener la guerra, pero, a pesar de los intentos de
Bush para convencerlo, tampoco iba a hacer nada por apoyarla. Apenas días
antes de su reunión con los magnates, voló a París y se unió al presidente
Jacques Chirac y luego al canciller Gerhard Schröder en el llamamiento
público para que Naciones Unidas interviniera y detuviera la invasión de
Estados Unidos. «Hay alternativa a la guerra —decía la declaración conjunta
—. El uso de la fuerza solo puede contemplarse como último recurso.»
Durante dos años, Putin había buscado una nueva relación con Estados
Unidos a través de su amistad con Bush, pero Rusia había obtenido poco a
cambio. Chirac, que lo recibió en persona en el aeropuerto de París, tenía otro