Page 266 - El nuevo zar
P. 266
tanto para ofrecerle a Rusia y tendía a no embarrar las relaciones cordiales
con críticas sobre abuso de derechos en Chechenia o en cualquier otro lugar.
Putin no rompió con Bush rotundamente, pero Irak fue un punto de inflexión.
Para él, la guerra revelaba las verdaderas ambiciones de Estados Unidos.
Según veía él, Estados Unidos quería dictar sus términos al resto del mundo,
luchar por la «libertad» y utilizar medios unilaterales para imponerla, para
interferir en los asuntos internos de otras naciones. Cuando Rusia quiso
construir reactores nucleares civiles en Irán —un negocio valorado en miles
de millones para la industria nuclear de Rusia—, Estados Unidos luchó
furiosamente para impedirlo. Bush prometía amistad y cooperación, pero
Putin también oía las voces de otros en Washington, liberales y
conservadores, que criticaban a Rusia y parecían decididos a mantenerla en su
debilitado estado postsoviético. Al cuarto día de la guerra, los dos hombres
hablaron. Putin trató de comunicarse a un nivel personal. No reiteró su
oposición, ni siquiera la mencionó. Putin, pensó Bush, estaba preocupado por
el número de muertos que implicaría impartir la orden de librar la guerra.
—Te va a resultar espantosamente difícil —le dijo Putin a Bush—. Me
apena tu situación. Me apena.
—¿Por qué? —respondió Bush.
—Porque el sufrimiento humano va a ser enorme —le dijo.[20]
Bush agradeció las observaciones de Putin, sobre todo porque no había
mantenido ninguna otra conversación del estilo con otros líderes mundiales.
Entonces aprovechó la oportunidad para reprender a Putin, y le advirtió que
las compañías rusas seguían suministrando armamento a las fuerzas de Sadam
Huseín, incluidas gafas de visión nocturna, misiles antitanque y dispositivos
para alterar los sistemas de navegación de los misiles y las bombas
estadounidenses que llovían por entonces sobre Irak.[21]
Tras la caída de Sadam Huseín, Putin hizo un esfuerzo por dejar atrás sus
diferencias con Estados Unidos respecto de Irak, pero también comenzó a
mirar de reojo lo que consideraba la hegemonía estadounidense. Puede que la
potencia de la fuerza militar estadounidense no estuviera dirigida
explícitamente contra los intereses de Rusia, pero sí su «poder blando»: el
dinero y la influencia que Estados Unidos empleaba en asistencia dentro de
Rusia, millones de dólares que habían fluido tras el colapso de la Unión
Soviética para apoyar a organizaciones cívicas involucradas en todo, desde la