Page 335 - El nuevo zar
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a las advertencias de economistas externos e incluso internos, como Ilariónov,
               quienes  sostenían  que  la  centralización  de  negocios  del  Kremlin  dañaría  la
               posición de Rusia como un lugar de confianza para los negocios y la inversión
               extranjera.  Simplemente,  repitió  que  el  país  recibía  y  fomentaba  las

               inversiones  incluso  mientras  los  órganos  de  Estado  se  expandían  más
               profundamente  en  la  economía.  El  caso  Yukos  sí  manchó  la  reputación  de

               Rusia, pese a todo, y sembró desconfianza y temor por los riesgos de invertir
               en el país, pero, durante los tres años que siguieron al inicio del asedio, el
               mercado de valores de Rusia había más que triplicado su valor, la economía
               continuó su sólido crecimiento y el producto interior bruto creció en promedio

               anualmente entre un 6 % y un 7 %. Con el tiempo, la consternación por la
               suerte de Jodorkovski —y la de Yukos— se disipó más y más. Las riquezas

               potenciales  que  Rusia  tenía  para  ofrecer  resultaron  demasiado  irresistibles
               para los gigantes de las finanzas y la energía del mundo, y también para los
               homólogos  de  Putin  en  las  capitales  extranjeras.  A  pesar  de  sus  protestas

               públicas sobre el estado de la democracia y el Estado de derecho, no podían
               permitirse ignorar a Rusia. ¿Por qué habría de preocuparse Putin si algunos
               cuestionaban los métodos del Estado?

                    «Rusia es un mercado en crecimiento dinámico con gran capacidad», le

               dijo a un grupo de ejecutivos estadounidenses y extranjeros en una sala de
               conferencias  revestida  de  mármol  en  el  resplandeciente  Palacio  de

               Constantino, en San Petersburgo, en junio de 2005, menos de un mes después
               de la sentencia de Jodorkovski. «Estoy seguro de que podemos brindarles a
               los  inversores,  incluyéndolos  a  ustedes,  buenas  condiciones  de  trabajo  y
               beneficios impactantes.» Putin sonaba como el promotor comercial de Rusia.

               Sanford Weill, el director de Citigroup, había concebido esta reunión tras una
               reunión previa con Putin en febrero. Entre los asistentes, había once de los

               más importantes directores ejecutivos de Estados Unidos, como Craig Barrett,
               de Intel; Alain Belda, de Alcoa; Samuel Palmisano, de IBM; James Mulva, de
               ConocoPhillips,  y  Rupert  Murdoch,  de  News  Corporation.  Todos  tenían

               importantes  inversiones  en  Rusia  y  querían  más.  Weill  quería  que  Putin
               esclareciera las «reglas del camino» para los inversores,[19] pero, en lugar de
               eso,  Putin  reprendió  a  los  hombres  por  diversas  restricciones  que  Estados

               Unidos  imponía  al  comercio  con  Rusia,  incluidos  controles  para  la
               exportación  de  tecnología  espacial,  informática  y  militar  y  una  enmienda
               aprobada por el Congreso en 1974 en represalia por la restricción de la Unión
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