Page 337 - El nuevo zar
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Kremlin, donde se guardan los obsequios al jefe de Estado.
Como temían algunos, el caso Yukos no anunció la renacionalización de todas
las industrias recientemente privatizadas de Rusia, en especial la de aquellas
que utilizaban recursos naturales de Rusia, pero fue un punto de inflexión y
un modelo para la intrusión constante del Estado en las importantes industrias
del país. Putin identificó cantidad de emprendimientos que, por ley, no podían
ser mantenidos en manos privadas y, luego, comenzó a supervisar la creación
de corporaciones estatales gigantes que reunirían sectores enteros y, por lo
tanto, dirigirían la economía de la nación. A cargo, puso a los hombres que
había traído consigo de San Petersburgo, muchos de los cuales continuaron en
funciones como ministros de su Gobierno al tiempo que llevaban a cabo sus
responsabilidades corporativas. Sus posiciones corporativas proporcionaban
acceso a flujos de caja y a la oportunidad de patrocinio. Además de Ígor
Sechin en Rosneft, de pronto el segundo productor de petróleo más grande de
Rusia y, en un año, el más grande, Serguéi Ivanov, entonces ministro de
Defensa, asumió el cargo como presidente de United Aircraft Corporation,
creada para vincular a fabricantes de aviones civiles y militares. Vladímir
Yakunin se convirtió en el jefe de Ferrocarriles Rusos, a veces llamado «el
tercer monopolio natural del país», después del petróleo y el gas. Serguéi
Chemezov, que conocía a Putin desde que trabajaron juntos en Dresde, quedó
a cargo del consolidado fabricante de armas Rosoboronexport. De acuerdo
con una estimación, para 2006 la recaudación aportada por las compañías del
Estado equivalía a un quinto del producto interior bruto de Rusia y a un tercio
del valor de sus mercados de valores: y los amigos y aliados de Putin las
controlaban.[22]
La más poderosa de todas seguía siendo Gazprom. Ni Dmitri Medvédev,
el presidente de su junta directiva, ni Alekséi Miller, su director ejecutivo,
estaban a cargo debido a su particular experiencia o pericia en la gestión del
gas natural; ambos fueron elegidos por su lealtad. A través de ellos, Putin
movía los hilos en Gazprom y se involucraba en los detalles de los
presupuestos de la compañía, la fijación de sus precios, las rutas de sus
oleoductos e incluso su personal, que él autorizaba «hasta el nivel de
“vices”», a veces sin siquiera informarle a Miller de nombramientos