Page 370 - El nuevo zar
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combatido tan vigorosamente, estaba a la derecha de Merkel. El discurso de
Putin continuó durante treinta y dos minutos, una reprimenda pública a
Occidente que pasó revista a un catálogo de agravios, desde tratados de
control de armas hasta la expansión de la OTAN y desde el desarrollo de
defensas de misiles hasta el desarrollo de armas en el espacio: todo, en su
mente, causado por la soberbia sin límite de una superpotencia decidida a
dominar el mundo según sus términos. Otras organizaciones internacionales
debían doblegarse ante sus demandas. Las negociaciones para admitir a Rusia
en la Organización Mundial del Comercio se habían enredado con otras
exigencias de mayor libertad de expresión. La Organización para la Seguridad
y la Cooperación en Europa, que había criticado las elecciones bajo el
Gobierno de Putin, se había convertido en «un instrumento vulgar» para
interferir en los asuntos internos de los demás. La reacción en el hotel iba del
asombro a la furia. La respuesta estadounidense llegó al día siguiente. Gates
defendió las acciones de Estados Unidos y, como antiguo oficial de
inteligencia y director de la CIA que creía haber evolucionado en las décadas
posteriores a 1989, amonestó cordialmente al hombre que al parecer no lo
había logrado. «Una sola Guerra Fría es suficiente», dijo.
El discurso de Putin se convirtió en un hito en las relaciones de Rusia con
Occidente, interpretado por muchos como un momento definitorio tan
significativo como el discurso de Winston Churchill en 1946 que dio al
mundo la frase «telón de acero». Putin, como era su intención sin duda,
aprovechó el enfado y la angustia mundial respecto de Estados Unidos bajo el
Gobierno de George Bush: la prisión en Guantánamo, el traslado de
prisioneros a centros secretos de detención, la tortura de sospechosos de
terrorismo, la guerra en Irak. Putin podía ser criticado por apretar el puño
cada vez más en su propio país, por las propias atrocidades de Rusia en
Chechenia y otros lugares e incluso por el envenenamiento de Litvinenko,
pero muchos alrededor del mundo —incluidos algunos en Europa y Estados
Unidos— estuvieron de acuerdo con su evaluación y abiertamente
aplaudieron a un país y un líder dispuestos y capaces de proporcionar un
contrapeso al poder desenfrenado de Estados Unidos. Rusia no era Venezuela
o Irán u otro país enemigo cuyo antiamericanismo pudiera desestimarse con
facilidad como la arenga de los débiles y los irrelevantes. El periódico alemán
Süddeutsche Zeitung escribió después del discurso que lo de Putin había sido
una advertencia que valía la pena tener en cuenta: «La responsable de todos