Page 375 - El nuevo zar
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Norilsk Nickel y lo mantenía a la cabeza en la lista de multimillonarios rusos,
               redactó un borrador para un proyecto mucho más ambicioso en una cordillera
               llamada Roza Jútor, en las montañas sobre el centro turístico de Sochi, en el
               mar  Negro.  Putin,  que  veraneaba  regularmente  en  la  residencia  de  retiro

               presidencial  de  Sochi,  visitó  el  remoto  paraje,  sobre  el  desolado  pueblo  de
               montaña Krásnaia Poliana, y entonces nació una leyenda. «Vino a ver esta

               carretera»,  dijo  Anatoli  Pajómov,  que  luego  se  convertiría  en  el  alcalde  de
               Sochi, en referencia a la ruta precaria y con baches que avanzaba junto al río
               Mzimta.  Y  Putin  dijo:  «Esta  belleza,  estas  riquezas  en  Krásnaia  Poliana,
               deberían ser de todos».[2]


                    Para Putin, los proyectos no eran inversiones en el sentido comercial más
               puro.  De  hecho,  eran  económicamente  dudosos.  En  cambio,  eran
               emprendimientos patrióticos llevados a cabo para el bien público mayor, que

               él  creía  entender  mejor  que  nadie  y  que  solo  él  decidía.  Pronto  Gazprom,
               firmemente bajo el control de Putin, comenzó un centro similar en un valle

               contiguo cerca de Roza Jútor. Los dos proyectos fueron la base para la nueva
               candidatura  por  la  que  Putin  voló  a  Guatemala,  a  presentarla  ante  los
               delegados del Comité Olímpico Internacional.

                    La  candidatura  de  Sochi  fue  presentada  por  el  Comité  Olímpico

               Internacional de Rusia en 2005, pero, a pesar del recuerdo hagiográfico de
               Pajómov, la idea de celebrar los Juegos Olímpicos allí no surgió de Putin. Él
               estaba materializando una ambición que los líderes del país habían codiciado

               durante décadas. En el período que siguió a los Juegos Olímpicos de Moscú,
               el vejestorio politburó del Kremlin debatió secretamente una candidatura para

               los Juegos Olímpicos de Invierno y estudió cuatro posibles sedes en la Unión
               Soviética. El sueño debió ser abandonado, pues la dirigencia se vio superada
               por  la  rápida  sucesión  de  secretarios  generales  en  la  década  de  1980  y,
               finalmente,  por  la  promesa  y  agitación  de  la  perestroika.[3]  Tres  de  las

               ciudades  que  habían  considerado  —Almati,  en  Kazajistán;  Bakuriani,  en
               Georgia,  y  Tsaghkadzor,  en  Armenia—  ya  ni  siquiera  eran  parte  de  Rusia.

               Solo Sochi lo era. Si bien había sido un privilegiado centro turístico frente al
               mar  desde  los  días  de  Stalin,  carecía  de  todas  las  instalaciones  modernas
               requeridas por los Juegos Olímpicos, comenzando con una falta de pistas de
               esquí en funcionamiento. En 1995, durante la errática presidencia de Yeltsin,

               los  rusos  habían  presentado  la  candidatura  de  Sochi  para  los  Juegos  de
               Invierno  de  2002,  pero  no  logró  pasar  ni  la  primera  fase  de  clasificación.
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