Page 377 - El nuevo zar
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previera un resultado poco feliz y temiera el bochorno de tener que presenciar
               la celebración de las delegaciones de Salzburgo o Pieonchang. En lugar de
               eso,  abordó  su  avión  presidencial  y  comenzó  el  largo  viaje  de  regreso  a
               Moscú.


                    Para entonces, Putin era vilipendiado en gran parte de Occidente y, sin
               embargo, sus protestas contra los estadounidenses bravucones —y el hecho de
               que no estuviera equivocado respecto del derramamiento de sangre en Irak—

               le hizo ganar una admiración reticente en algunos sectores, y hubo quienes
               creyeron  que  eso  tuvo  peso  en  la  votación,  que  comenzó  mientras  Putin
               sobrevolaba  el  Atlántico.[4]  Sochi  salió  segunda  en  la  primera  ronda  de

               votación, con treinta y cuatro votos, frente a los treinta y seis de Pieonchang;
               Salzburgo ganó solo veinticinco y quedó eliminada. Cuando la segunda ronda
               terminó,  sin  embargo,  Sochi  obtuvo  más  de  los  votos  de  Salzburgo  y

               sobrepasó a Pieonchang  por  cuatro  votos.  Rusia  había  ganado;  Putin  había
               ganado. «Él fue agradable», explicó después de la votación el francés Jean-

               Claude  Killy,  campeón  de  esquí  y  miembro  del  Comité  Olímpico
               Internacional. «Habló francés; nunca habla francés. Habló inglés; nunca habla
               inglés. El carisma de Putin puede explicar cuatro votos.»[5]

                    El vice primer ministro que permaneció en Guatemala, Aleksandr Yúkov,

               llamó por teléfono a Putin al avión presidencial para informarle acerca de la
               elección del comité. Putin, a su vez, llamó al director del Comité Olímpico
               Internacional,  Jacques  Rogge,  y  le  dio  las  gracias  por  lo  que  llamó  una

               «decisión imparcial». En el país, la popularidad de Putin se disparó aún más.
               Cuando  regresó  triunfantemente  a  Moscú,  salió  del  avión  y  encontró

               reporteros reunidos en el vestíbulo vip del aeropuerto de Vnúkovo. «Sin duda,
               es una evaluación de nuestro país», declaró. Solo en un país desesperado por
               afirmarse  podía  ser  que  la  elección  de  unos  juegos  olímpicos  tuviera  una
               proyección tan grande. «¡Rusia se ha puesto de pie!», declaró Herman Gref en

               la ciudad de Guatemala.





               Y, sin embargo, durante el verano y el otoño, aquellos dentro de los muros del

               Kremlin se consumían por el temor de que, sin Putin, Rusia pudiese volver a
               caer. La incertidumbre atenazaba a la élite política y comercial porque, en la

               cima del poder político de Putin, el final de su presidencia de pronto estaba al
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