Page 428 - El nuevo zar
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había  aprobado  los  reembolsos  tenía  una  finca  en  Moscú,  una  residencia
               costera  en  Dubái  y  11  millones  de  dólares  en  efectivo  en  cuentas  en  el
               extranjero a nombre de su marido, según los investigadores de Browder. Los
               burócratas  involucrados  vivían  tan  por  encima  de  sus  medios  oficiales  que

               quedaba claro que el enriquecimiento con Hermitage se había replicado en
               cientos, quizás miles, de casos. Magnitski había revelado no solo los actos de

               corrupción de unos pocos funcionarios, sino la corrupción de todo un sistema.

                    Para  Medvédev,  puesto  que  se  produjo  apenas  meses  después  de  sus
               exhortaciones de «Rusia, ¡adelante!», el caso podría haber servido como una
               oportunidad  para  sentar  un  ejemplo  y  castigar  a  los  involucrados  en  el

               enriquecimiento  y  la  muerte  de  un  contable  inocente.  Sin  embargo,  la
               investigación oficial se alargó en silencio, incluso mientras Browder hacía del
               caso una causa internacionalmente célebre, al solicitar al Congreso de Estados

               Unidos  y  Parlamentos  de  Europa  aplicar  sanciones  a  sesenta  personas  que
               habían estado involucradas. En la víspera del primer aniversario de la muerte

               de Magnitski, la fiscalía anunció, al fin, la conclusión de su investigación, y
               fue  tan  kafkiana  como  lo  que  Medvédev  había  condenado:  Magnitski,
               anunciaron  triunfalmente  los  fiscales,  había  sido  el  autor  intelectual  del
               enriquecimiento que expuso.


                    Le llevó casi dos años al grupo de trabajo que Medvédev había contratado
               presentar  su  informe  final.  Sus  autores  principales  lo  presentaron  en  una
               reunión  con  Medvédev  en  el  Kremlin  y  concluyeron  que  el  arresto  de

               Magnitski  había  sido  ilegítimo;  su  muerte,  un  crimen;  la  investigación,  un
               encubrimiento  y  los  tribunales,  colaboradores  dispuestos.  En  la  reunión,

               Medvédev admitió que se habían cometido delitos, pero no podía hacer nada
               al  respecto.  Al  día  siguiente,  el  Ministerio  de  Asuntos  Internos,  que
               presumiblemente  respondía  a  él  como  presidente  y  comandante  en  jefe,
               desestimó como irrelevante el informe del grupo. Luego la fiscalía anunció

               que,  tras  una  investigación  exhaustiva,  reabriría  el  caso  penal  contra
               Magnitski y lo acusaría por fraude fiscal. Ni siquiera durante las peores farsas

               judiciales  del  Gran  Terror  en  la  década  de  1930  había  sucedido  que  las
               autoridades  enjuiciaran  a  un  hombre  muerto.  Incluso  llamarían  a  su  madre
               para que prestara testimonio ante los tribunales.
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